Crítica literaria: Fascinante, inagotable Anaïs Nin
Descubrí a Anaïs Nin (París, 1903-Los Angeles, 1977), como más o menos todo el mundo, en los 70. Y me fascinó. Un poco por su curiosa historia, que transcurre entre La Habana, París, Barcelona, Nueva York… (escribía en inglés, pero hablaba también indistintamente español y francés). Un poco por un magnetismo personal irresistible, que se adivina en sus fotos. Y un poco, o mucho, por su cultivo fanático de ese género, el diario, que es uno de mis favoritos.
Todo empezó cuando su padre, el compositor cubano Joaquín Nin, abandonó a su mujer, la cantante cubano-franco-danesa Rosa Culmell, y a sus tres hijos, Anaïs y dos hermanos menores. En el barco que les llevaba a Nueva York, donde la madre había decidido establecerse, Anaïs, que contaba entonces once años, empezó a escribir a su padre una larga carta… que nunca le envió y que se convertiría en un diario de miles de páginas.
Profundidad de introspección, finura de los análisis psicológicos, belleza de la escritura… Son algunos de los motivos que nos permiten calificar este diario como uno de los mejores jamás escritos. La autora publicó gran parte de él en vida. Pero no todo. Solo después de su muerte ha aparecido la parte oculta: estos Diarios amorosos de los años treinta, que saca ahora Siruela en una excelente traducción de José Luis Fernández-Villanueva.
Por qué escondió estas páginas, se entiende inmediatamente al leerlas. Pues su contenido es absolutamente escandaloso: adulterio, bisexualidad, incesto, aborto… Una agitadísima vida sexual, algo de lo que un hombre, como por ejemplo Henry Miller (que era uno de sus amantes y al menos en esa época, su gran amor) podía hacer ostentación, pero una mujer no. Y Anaïs lo oculta. Oculta la intensidad, casi insoportable, de sus deseos (no solo sexuales) y el placer explosivo que le procura el realizarlos. Oculta su amoralidad, su completa (y sorprendente, al menos para mí) ausencia de sentimiento de culpa. Hace de la mentira un verdadero arte. Miente con creatividad, con fantasía, con placer, con temeridad, con un delicioso escalofrío por el peligro… Es una de las características más llamativas de este diario. Otra es el uso que hace de los estereotipos de género: cómo, por una parte, se somete a ellos (cuida a sus amantes como una madrecita), mientras por otra los utiliza para empoderarse, consiguiendo que los hombres, convencidos cada uno de ellos de ser el único (o al menos, su favorito) le entreguen la atención, el amor… y secundariamente, otros beneficios profesionales o económicos, que ella necesita.
Una vez más, observo que lo más interesante, quizá, y en todo caso lo más audaz y subversivo, de las obras literarias de las mujeres, son los textos de corte confesional que sus autoras se abstuvieron, prudentemente, de publicar en vida. A la lista, en la que figuran el diario de Sylvia Plath, el de Alejandra Pizarnik, el anónimo Una mujer en Berlín, las memorias de Victoria Ocampo, la novela Oculto sendero de Elena Fortún… añado ahora estos impactantes diarios de Anaïs Nin.
Anaïs Nin: Diarios amorosos
Ed. Siruela
Traducción de José L. Fernández-Villanueva
750 páginas