Y tan disidente
Octavio Salazar Benítez
Autorretrato de un macho disidente
Ediciones Huso
Madrid, 2017
441 páginas
Sabemos que en nuestra literatura escasean las confesiones: pocos libros españoles hay en los que sus autores revelen su interioridad a tumba abierta. Por eso, de entrada, sorprende tanto el texto (erróneamente calificado de “novela” por sus editores, en la contraportada) de Octavio Salazar. Es una autobiografía, con varias originalidades: su autor la ha escrito antes de cumplir los cincuenta; tiene una estructura original, hecha de capítulos cortos centrados en una persona, un lugar, un tema, un momento… (como apuntan sus títulos: “Habana”, “Virilidad”, “Muerte”, “Reinaldo”…); es confesional hasta el impudor; y por si fuera poco, contiene, además de un relato, una explícita reflexión, concretamente una crítica de los valores patriarcales.
A primera vista podríamos pensar que Autorretrato de un macho disidente es un tipo de testimonio que ya hemos leído, el de un varón que descubre su homosexualidad (me vienen a la mente obras como Para terminar con Eddy Bellegueule de Édouard Louis, Regreso a Reims de Didier Eribon, El tiempo que vendrá de Ovidio Parades o El amor del revés de Luisgé Martín). Pero no sería exacto: ni estamos ante un relato lineal, ni la homosexualidad es su centro. El autor rechaza hacer de ella una identidad cerrada y definitiva, al igual que rechaza cualquier otra definición singular, como se deduce de este currículum tan sui generis con que él mismo se define en la contraportada: “hombre feminista, padre queer, jurista heterodoxo, Sagitario y cordobés”, aparte -añadimos- de profesor de Derecho Constitucional, opinador en varios medios y crítico de cine amateur (pero agudísimo, como comprobará quien lea sus críticas “con gafas violetas” publicadas en esta misma sección).
Autorretrato… es un libro volcánico, en el que Octavio quiere contarlo todo: cómo perdió la fe, cómo se enamoró de un país, Colombia, y de uno de sus habitantes (“Medellín” es uno de los mejores capítulos), su época de ligues febriles, su relación con su hijo, su cobardía, que hoy reconoce y le pesa, respecto a su esposa, su descubrimiento de un amor maduro y sereno… Para mí, su mayor originalidad y su mayor valor estriba en su crítica a un cierto modelo -el dominante- de masculinidad. Puede parecer que un hombre que se reconoce gay cuestiona, por definición, ese modelo, pero no es así: cabe perfectamente ser homosexual manteniendo los ideales de “disciplina, autocontrol, codicia”, la escisión entre razón y emociones, la exclusión de las mujeres y la acuciante necesidad de ser aceptado en el selecto club masculino del poder. Octavio Salazar, en cambio, no solo percibe perfectamente esas características del varón patriarcal, no solo las critica, sino que es capaz de contradecirlas en su vida. Los pasajes en los que confiesa dolores físicos y psíquicos, fracasos, tristezas, vergüenzas…, son la prueba de fuego que nos demuestra la autenticidad de este libro sincero, profundo y valiente: un libro necesario.