«Voy a ser olvidada»
Publicado originalmente por El País – Babelia el 8/09/17.
«Yo he nacido poeta y artista como el que nace cojo, como el que nace ciego, como el que nace guapo. Dejadme las alas en su sitio, que yo os respondo que volaré bien”. Así rogaba Federico García Lorca a sus padres que le mantuvieran la asignación económica para vivir en Madrid. Concha Méndez y Ernestina de Champourcín nacieron poetas, y nacieron mujeres: como tantas otras creadoras de su época, partieron de una situación desigual que les impedía —salvo excepciones, como las de la escritora y periodista Magda Donato— un acceso a la cultura y a la educación similar a la de los hombres.
Ni Champourcín ni Méndez —también impresora; junto a Manuel Altolaguirre impulsaría las revistas Héroe o 1616, y libros como La realidad y el deseo, de Luis Cernuda, y El rayo que no cesa, de Miguel Hernández— lograron la complicidad de su familia para matricularse en la universidad, aunque su posición social les permitió refugiarse en espacios para mujeres: el Lyceum Club, la Residencia de Señoritas… De estos lugares quedaban excluidas las escritoras de clase obrera, como Luisa Carnés o Lucía Sánchez Saornil: Carnés narró su experiencia como camarera en Tea Rooms —leída hoy gracias a Hoja de Lata, junto al volumen Trece cuentos—, y el empleo de Sánchez Saornil como telefonista despertó en ella una conciencia política por la que abandonaría la pintura y la poesía, confiando en que el articulismo brindase una difusión más amplia a sus ideas.
Casi un siglo más tarde, merece la pena ensanchar el canon fijado a propósito de la generación del 27, e incorporar escrituras periféricas —por estética, género de escritura, geografía o sexo—, y sumar a las mujeres. Como punto de partida, sirvan el popular documental Las sinsombrero —dirigido por Tània Balló, Serrana Torres y Manuel Jiménez— y el libro homónimo de semblanzas —por Balló, en Espasa—, y el trabajo ensayístico de Jairo García Jaramillo en La mitad ignorada (Devenir) y Memoria contra el olvido (Atrapasueños). Desde las lecturas de hoy —con la antología Peces en la tierra (Fundación José Manuel Lara/Vandalia), al cuidado de Pepa Merlo—, incorporaríamos a un recuento de la generación del 27 a Champourcín, Méndez, Carmen Conde o Josefina de la Torre, además de tres autoras atípicas: María Cegarra, Margarita Ferreras y Sánchez Saornil.
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