Lea Lublin, El Arte del Cuestionamiento
R.S.I, Dürer, del Sarto, Parmigianino, 1983. R.S.I., Durero, del Sarto, Parmigianino. Acrílico, impresiones C-print, postales y tinta sobre lienzo y madera. 350 x 600 cm. Colección Nicolas Lublin, París. Foto Pablo Ballesteros. Foto cedida por cortesía del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla ha dedicado una retrospectiva a la artista franco-argentina Lea Lublin (Brest, Polonia, 9 de octubre de 1929 – París, Francia, 28 de noviembre de 1999), cuya creación giró en torno a cuestiones como el deseo, los discursos del arte o el feminismo. La exposición tuvo lugar desde el 24 de abril hasta el 16 de septiembre.
“El arte tiene la virtud de cuestionar la realidad” decía en una entrevista la coreógrafa mexicana Lydia Romero. Pero yo aún diría más, “el cuestionamiento es una virtud de toda artista”. Cuestionar nuestro mensaje o discurso, los retos formales o estéticos que abordaremos en nuestro próximo trabajo, el lugar que ocupamos en el arte o, incluso, el propio arte y, cómo no, la vida, son, al fin y al cabo, cuestiones estrechamente relacionadas con nuestras experiencias vitales. Para algunas artistas, ese cuestionamiento es una premisa imperante. Ese fue el caso de Lea Lublin, artista polifacética, arriesgada y comprometida, cuyas cinco décadas de creación, especialmente desde los años 60 a finales de los 90, han sido recopiladas por el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (C.A.A.C.) en una retrospectiva que ha permitido hacerse una idea de la fuerza y determinación de esta gran artista. Lea Lublin dejó que su obra se fuese impregnando de los muchos interrogantes que sus propias vivencias le generaban. En convivencia estrecha con su tiempo, fue adquiriendo una conciencia feminista que plasmó de forma contundente en una acción histórica que realizó en 1968. Tenía treinta y nueve años y había sido madre. Pero, retrocedamos en el tiempo…
Lea Lublin nació en Brest, Polonia, en 1929 y emigró a Argentina con su familia en 1931. Su formación comenzó en Buenos aires, en la Escuela Nacional de Bellas Artes y, más tarde, en la Academia Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Allí dio muestras de sus inquietudes estéticas y su afán crítico, explorando una figuración propia que la alejase del realismo imperante de los muralistas Antonio Berni y Spilimbergo. Esto la llevó a trasladarse, a principios de los años 50, a París para estudiar en la Academia Ranson con el artista abstracto Gustave Singier, llegando a participar con éxito en certámenes para jóvenes artistas. Ocho años después, y de nuevo en Buenos Aires, realizó su primera muestra individual en la Galería Van Riel, al tiempo que se introdujo en los círculos de escritores que integraban figuras como Oliverio Girondo, Ernesto Sábato o Rafael Alberti, quienes fueron contagiando a la artista de sus cuestionamientos sociales y filosóficos. Será un año después, al recibir una beca del Fondo Nacional de las Artes que la llevó a internarse en la selva de Misiones, cuando Lea Lublin, marcada por esta experiencia, vio la necesidad de cambiar su línea de trabajo y giró definitivamente hacia un arte de denuncia. Las series Los motivos de la selva, Premoniciones y Bestias y Explosiones marcan la transición hacia un expresionismo que busca trasladarse a otros medios y en las que aborda temas como la amenaza de una guerra nuclear.
Dando claras muestras de ser una mujer audaz y capaz, a mediados de los años 60 se trasladó a París para llevar su arte a una denuncia de gran calado social. Para lograrlo, deja atrás la pintura y expande sus trabajos al terreno de las acciones, las ambientaciones, los videos y las instalaciones, que consideraba mejores herramientas para llegar de forma directa a las personas, a las que obligaba a interactuar con su obra de algún modo. Voir clair (Ver claro) son objetos con la imagen de personajes/íconos representados sobre vidrios, con dispositivos que echan agua y un limpiaparabrisas. Varias de estas obras se pudieron ver en la retrospectiva de Sevilla, como su célebre Gioconda de los limpiaparabrisas. En estas piezas, Lea Lublin buscó desmitificar los mitos culturales, históricos y patrióticos con esa clara intención cuestionadora que distinguiría a toda su obra.
Llegamos por fin a Mon fils (Mi hijo). Era el año 1968 y el Musée d’Art Moderne de la Ville de París invitó a la artista a exponer un trabajo. Ella lo hizo: expuso a su propio hijo, Nicolás, de apenas siete meses. Una iniciativa pionera donde arte y vida se convertían en la misma cosa. En esta obra es fácil que muchas creadoras nos sintamos reconocidas, cuando crianza y creación comparten espacio y tiempo de nuestras vidas, a veces a codazos y no sin esfuerzo, produciéndose a diario esa fusión entre la artista y la madre que Lea Lublin supo plasmar tan bien en Mon fils. De hecho, esta acción era también una reivindicación acerca del rol de cuidadora exclusiva conferido a la mujer en la sociedad patriarcal, cuidados que requieren de un tiempo y dedicación que la sociedad sexista de la época, como la actual, no apreciaba. Lea alimentaba, acunaba y cambiaba los pañales de su hijo en el espacio que le cedió el museo para visibilizar esta realidad social. Es curioso que cincuenta años después, el pasado 8 de marzo, las mujeres nos viésemos obligadas a hacer una “huelga de cuidados” para visibilizar este mismo problema. El binomio perfecto madre-trabajadora sigue siendo una quimera para muchas de nosotras. La propia Lea, una década después y consciente de ello, ocupó la calle acompañada de amigas y amigos, enarbolando una pancarta llena de cuestiones como: ¿Es la mujer un objeto sexual? ¿Está la mujer sometida al hombre? ¿Es un ser inferior? ¿La mujer es una víctima sexual? ¿Es una puta? ¿Es un ser inmaculado? Eran interpelaciones a la sociedad de su tiempo sobre los estereotipos machistas, los mismos que parecen haber cobrado vigor en los últimos tiempos. La pancarta fue lanzada al río Sena para constituir una de las acciones más recordadas de la artista: Dissolution dans l´eau. Pont Marie, 17 heures (Disolución en el agua. Pont Marie, 17 horas).
Sus indagaciones sobre la sexualidad oculta en cuadros del Renacimiento, donde la aparente relación inocente entre la Virgen y el Niño esconde, según Lublin analiza, pulsiones sexuales reprimidas de los artistas renacentistas, nos lleva de nuevo al terreno de la revisión de los roles sexistas. La artista da muestras de su interés por el psicoanálisis y expone su teoría de que deseo y frustración caminan de la mano en la obra de todo artista del renacimiento, cuya obsesión por el cuerpo de sus madres les lleva a una recreación de éstas en las vírgenes como objetos sexuales inalcanzables. La pieza, que se pudo ver en el C.A.A.C., llevaba inevitablemente a cuestionarnos si eso sigue siendo así en artistas masculinos del siglo XXI.
Otros interesantes trabajos también pudieron verse en la exposición, como Fluvio Subtunal en Santa Fé y Terranautas, proyecto que consistía en un recorrido de carácter psicosensorial donde Lublin impulsaba el arte participativo en el que tanto insistió, cuestionando los discursos sobre el arte, como hará de forma más directa en la pieza que también estuvo en Sevilla Interrogations sur l´art.
En definitiva, una artista singular que fue tachada de “marciana” y que demostró que nuestras experiencias vitales y los avatares de la época en la que vivimos nos llevan a cuestionamientos que, inevitablemente, alcanzan a la obra de toda artista. Ésta se ve enriquecida y logra trascender cuando sirve de vehículo para interpelar a la sociedad. Lea Lublin lo hizo, sin duda, con notable éxito, pero sobre todo, con conciencia feminista.