Abstracciones Privadas
Tít: Hessie, original, silenciosa y superviviente
Sub: La exposición del Musac, primera retrospectiva de la artista en un museo español, muestra la radicalidad de su propuesta
Foto (cortesía del MUSAC)
Un ‘universo’ de botones azules y grises, cosido sobre una pieza de algodón crudo de 1,65 x 2,95 metros recibe en el Musac al visitante de la exposición de Hessie, la artista cubana nacionalizada francesa que murió un año antes de que se inaugurara esta exposición. Es la pieza más grande de la muestra y una de las más grandes de las que realizara su autora, que habitualmente trabajaba en formatos pequeños y medianos. Los botones cosidos a la tela, como en otras artistas de su generación y posteriores, son todo un manifiesto feminista. Una manera de subvertir las labores tradicionalmente asignadas a las mujeres. Una forma de rebeldía. El bordado, los botones, los collages realizados a base de materiales de desecho: ropa de niño vieja, todo tipo de retales, hilos, bolsas, etiquetas publicitarias, envoltorios de alimentos, restos de bordados, pelo, plumas, incluso polvo… componen un universo propio que se conoce bajo el título de ‘Survival art’. Este arte de la supervivencia, que fue el título de su exposición más importante (y la primera individual) en 1975 en el Museo de Arte Moderno de París y que se retoma en esta exposición en el Musac, tiene múltiples lecturas. Quizá la de su propia supervivencia como artista sea una de las principales. Si bien en los setenta tuvo cierto reconocimiento –ella había comenzado a trabajar con un lenguaje propio ya a mediados de la década de los cincuenta, con apenas veinte años— la década siguiente la sumió en el silencio y la marginación.
Hessie, cuyo nombre real era Carmen Lydia Djuric (Santiago de Cuba, 1936- Pontoise,Francia, 2017) se instaló en Nueva York a mediados de los sesenta. Allí conoció al pintor montenegrino Miodrag Duric, conocido como Dado, toda una estrella del arte contemporáneo en Francia, país donde se estableció la pareja en los sesenta. Un viejo molino en el valle del Oise, en Hérouval, no muy lejos de París, les sirvió a ambos de casa y taller. Pero mientras Dado recibía a galeristas, artistas y comisarios, mientras se grababan documentales sobre su obra, la de Hessie crecía en silencio a solo unos metros de la de su pareja. Sin cámaras, sin galeristas importantes alrededor. A este silencio contribuyó también, sin duda, la actitud de la artista hacia el arte en general y el suyo en particular, que se tradujo en la defensa de su independencia y hasta de su anonimato. En el catálogo de su exposición más importante en vida, la ya citada exposición de París, expresaba una posición ante el arte, que ha sido considerada como una declaración de intenciones: “No Man’s Land. La artista en ningún caso se hace responsable de su identidad, tanto en lo que respecta a su vida íntima como en lo que atañe a las observaciones sobre su obra”.
El resultado fue que, como en tantos otros casos de mujeres artistas, su obra quedó marginada y ha sido recientemente, con retrospectivas como la del Musac, realizada en colaboración con les Abattoirs, Museo de Arte Moderno y FRAC Occitanie, cuando su arte vuelve al primer plano y a ser reconocida en toda su potencia y originalidad.
La exposición del Musac permite un recorrido informativo y fascinante a la vez por la obra de una artista que supo preservar su papel como tal, a pesar de estar dedicada plenamente a su labor como madre (tuvo cinco hijos) y esposa, ‘y esposa de artista reconocido’ habría que puntualizar, con lo que eso suponía de invisibilidad en décadas pasadas y quizá aún hoy en día. El recorrido permite conocer las distintas facetas de una obra que surge del silencio y de alguna manera reivindica ese silencio. Sus rejillas (‘grillajes’) que parten de un acontecimiento intrascendente en su vida (buscaba una jaula para unas gallinas enanas que le había regalado) se convierten en casi una obsesión. Hilos sobre telas crudas van formando esas retículas que recuerdan a las colmenas, es decir a lugares laboriosos y protectores de vida, pero también a espacios cerrados y asfixiantes. Los collages, otra de sus facetas más conocidas, en los que interviene cualquier material de la vida doméstica desde la ropa desechada de sus hijos o su marido (hay un humorístico ‘homenaje’ realizado con la ropa interior de Dado) a los envoltorios de los alimentos que formaban parte de la vida cotidiana de familia, hacen que tengan un carácter de diario íntimo. Es curiosa una pieza realizada con decenas de facturas de la compra diaria del pan de la familia, tarea que recaería en ella, pero que llevan la firma del marido, lo que invita a una reflexión sobre quién era el portador de la firma oficial también en cuestiones presuntamente femeninas y también sobre la precariedad material en la que en muchas ocasiones se desarrollaba la vida del artista. Hessie nunca abandonó su faceta feminista, Las reuniones semanales en París con mujeres del movimiento de liberación constituyeron casi sus únicas salidas del molino familiar.
Escrituras
Otra de sus facetas importantes, la que tiene que ver con su fascinación por el alfabeto se expone aquí en el capítulo ‘Máquina de escribir’, en el que se muestran piezas realizadas con letras dactilografiadas en telas de algodón, signos que desprovistos de su significado cobran autonomía y son sometidos a ritmos jugando con la materialidad visual y sonora del lenguaje. Este apartado de su obra la relaciona con el artista que la precedió en estas mismas salas, José Luis Castillejo.
En cualquier caso, muchas son las relaciones que se han establecido entre su trayectoria y los distintos movimientos artísticos que le fueron de alguna manera contemporáneos como el arte povera, quizá el más evidente en un primer contacto por la pobreza de los materiales utilizados, pero también el Soft Art, el Support/Surface o el Minimalismo. Fragmentariamente es imposible no recordar viendo sus piezas obras de Agnes Martin, de Louise Burgeoise y más cercanas a nosotros, de Carmen Calvo o Elena del Rivero.
El centenar largo de obras que componen la exposición son argumento más que suficiente para adentrarse en el atractivo, sugerente, radical y a veces doloroso mundo de Hessie. Y no debería el visitante abandonar las salas sin detenerse en el vídeo realizado poco antes de la muerte de la artista por Perrine Lacroix. Hessie, anciana, en silla de ruedas debido a la amputación de sus piernas por una enfermedad, pero con la misma fuerza en su mirada, habla sin tapujos sobre su vida como artista en el mismo lugar en el que discurrió. Los colores y sonidos del molino de Hérouval son a la vez fondo y primer plano en un vídeo dual. Emocionante.