Remedios Zafra: “La conciencia feminista es algo que al principio perturba porque nos interpela”
Nuestra habitación de invitadas siempre está lista para recibir a voces referentes del feminismo. Desde Clásicas y Modernas prometemos esforzarnos por ser buenas anfitrionas. Mira quién se ha hospedado recientemente: Remedios Zafra (1973). Escritora y teórica española. Profesora de Arte, Estudios Visuales, Estudios de Género y Cultura Digital en la Universidad de Sevilla, así como profesora tutora de Antropología Social y Cultural en la Uned e invitada en posgrados y seminarios de otras numerosas universidades.
Los ecos del 8M todavía se pueden escuchar, pero hemos tenido tiempo para tomar un mínimo de perspectiva. ¿Cómo valoras la huelga y la movilización por el Día de las Mujeres en 2018?
Visibilizar la alianza y la denuncia de las mujeres como algo pacífico, masivo y global ha sido histórico y de gran simbolismo, lo más parecido a un punto de inflexión registrado para la historia de las mujeres y de la humanidad. Sin embargo, estas muestras contundentes generan también el espejismo de que “ya está”, de que con las imágenes y las noticias llega el logro, y esto es un riesgo que hemos de esquivar. En un mundo eminentemente visual es fácil estetizar las luchas y agotarlas, convertirlas en moda, igualar éxitos simbólicos a hechos irreversibles, y no, los avances en igualdad son todavía frágiles. El feminismo es mucho más y sus logros requieren implicación cotidiana. Mi sensación es que la huelga y la movilización anunciaron que estamos alerta y evidenciaron que la alianza feminista se apoya en lazos de solidaridad entre iguales cada vez más “interiorizados”, en un profundo sentido de justicia social y reivindicación de igualdad real. Esa es la fuerza que nos ata con hilos invisibles a las mujeres, estemos concentradas en una calle o conectadas detrás de nuestras pantallas.
En tu opinión, ¿cuáles son los principales retos que afronta el feminismo actualmente?
Creo que los retos que buscan el fin de la violencia hacia las mujeres, así como su participación, implicación y derechos de plena igualdad siguen siendo cruciales para el feminismo. Sin embargo, más allá de las formas de igualdad visibles que se logran especialmente con cambios políticos, económicos y legislativos, hay retos derivados de un poder más silencioso y cotidiano que a mí me parecen igualmente esenciales, porque tienen que ver con la “toma de conciencia”, es decir, con el ejercicio de construcción libre y subjetiva de las personas. Me refiero a ese poder que busca contribuir a perpetuar proyecciones, miedos, deseos y expectativas y que en la vida diaria nos disuade de tomar determinadas decisiones, orientándonos a otras: las que se esperan de nosotras por “ser mujeres”. Pienso que los retos en ese sentido tienen que ver con “liberar la imaginación” de los lastres que nos limitan en el ser y en el poder ser. En esa línea, educación e imaginarios me parecen lugares imprescindibles a los que mirar.
El título de tu último ensayo sobre el trabajo creativo habla de “entusiasmo” y “precariedad” en la misma frase. ¿Cómo es posible la convivencia de este contradictorio tándem?
Palabras que parecen muy distintas han estado vinculadas como trampas que esconden desigualdad. No es nueva esta alianza engañosa que tradicionalmente ha unido, por ejemplo, palabras como “amor” y “subordinación”, recordándonos cómo las mujeres han sido encadenadas al hogar y la familia con bellos y románticos relatos cargados de amor, dedicación y entrega. Ese “ángel del hogar” que muchas feministas han retratado como mito de sumisión y anulación de la mujer como sujeto. Es también lo perverso de la expectativa frente a algo celebratorio como el entusiasmo, que se evidencia como valor en sí mismo y que el sistema instrumentaliza para derivar en precariedad, aumentando productividad y competitividad a bajo coste, o sin coste alguno, apoyándose en que “te gusta lo que haces”.
Desarrollarse profesionalmente en la cultura en general suele relacionarse con una economía modesta o, incluso, pobre. ¿Qué hacer para que los trabajos en este sector sean valorados como merecen?
El entusiasmo no es un libro de soluciones. Desconfiaría de él si lo fuera. Creo que articularlas es una tarea colectiva y contextual. En todo caso, creo que tomar conciencia del escenario actual del trabajo cultural y creativo es un primer paso esencial para intervenirlo. Enfrentar y desmontar las herencias que han asentado las relaciones de gratuidad de los trabajos creativos es algo importante. No puede ser que estemos dispuestos a pagar por una camiseta y no por un libro o una ilustración. La cultura la hacen trabajadores de la cultura. Pero también urge actuar frente a los contemporáneos contextos de indefinición laboral de estas prácticas (creativas, intelectuales y culturales) que nos sitúan ante nuevas formas de precariedad y horarios interminables donde la única compañía garantizada es la tecnología y nuestra motivación por lo que hacemos y estamos dispuestos a hacer, a veces incluso gratis.
Suele parecer que los análisis críticos tienden más hacia el pesimismo porque diagnostican debilidades o fallos. ¿Tu lectura para el futuro sigue en esta línea o, por el contrario, te sientes más optimista?
Creo que posicionarnos en visiones dualistas contribuye a simplificar la realidad plagada de matices y aristas. Las cosas no son buenas o malas por sí solas y lo son al mismo tiempo. Quiero decir que idealizar hacia los extremos puede llevarnos al autoengaño de quien vive arropado por la complacencia de dejarse llevar y “evitar pensar” o a la resignación y desencanto de quien considera que el mundo está presentenciado y poco podemos hacer. Yo defiendo con pasión nuestro papel como “agentes” que construyen mundo, pero para hacerlo sin repetir por inercia es imprescindible enfrentar la complejidad de las cosas y desarrollar una mirada crítica. No debe asustarnos ni entristecernos advertir las debilidades y fallos del sistema. Conocer es un paso necesario para idear soluciones. Mi visión no es pesimista en tanto que el escenario es modificable y podemos intervenir el mundo.
Tus investigaciones sobre género y ciberespacio son referentes. ¿Qué beneficios y desafíos dirías que implica este ámbito para las mujeres?
Internet ha modificado irreversiblemente las formas de relación y construcción subjetiva a través de las pantallas. Y me parece que todos los cambios que estamos viviendo se posicionan como gradientes que tanto pueden ser desafíos como amenazas. Quiero decir que es su uso lo que finalmente convierte una potencialidad en un logro de igualdad o en una reiteración de formas de opresión. En ese sentido, pienso que en la red los aspectos que concentran mayores transformaciones y oportunidades para el cambio son la erosión de las esferas pública y privada y la posibilidad de visibilizar y compartir “lo privado”; la intersección de espacios de producción y recepción simbólica (ser tanto productoras como productos de la red es algo inquietante); las confluencias de la presentación y representación del sujeto en las pantalla; la infiltración de las mujeres en prácticas de producción e imaginación tecnológica (más allá de su papel como clásicas tecleadoras o maquiladoras); o las nuevas formas de colectividad, entre otras.
Por tanto, ¿en qué situación se encuentra ahora mismo el ciberfeminismo y qué consecuencias tiene en el plano físico o real?
El ciberfeminismo es hoy un plural. Cierto que tiene una historia vinculada a la práctica artística y activista en Internet, pero en los últimos años ha sido apropiado por mujeres de distintos ámbitos como punto de entrada a la construcción de la igualdad en un mundo conectado. ¿Consecuencias? Pienso que allí donde una o varias personas se valen del ciberfeminismo hay una búsqueda de crítica a las formas hegemónicas de poder en Internet y una intervención que busca construir condiciones de mayor igualdad, desde promover que las mujeres formen participen en la programación e ideación tecnológica del mundo, al uso paródico, crítico y creativo de los imaginarios para introducir ejemplos de diversidad en la red.
Eres profesora universitaria, por lo que estás en contacto directo con l@s jóvenes. ¿Qué grado de conciencia feminista percibes en ell@s?
Mis estudiantes tienen edades muy diversas: desde jóvenes de apenas 20 años a personas que pasan de los 60. En todos los casos tengo la sensación de que han interiorizado la palabra igualdad en sus vidas, pero sin que tengan muy claro cómo llevarla a la práctica. Especialmente los más jóvenes pienso que conviven hoy con la tensión entre el feminismo que a menudo descubren en la universidad y lo que les muestra el mundo a través de mil pantallas. Esa influencia hoy es increíblemente potente en sus expectativas y deseos y a menudo llegan al feminismo a través de clichés. La conciencia feminista requiere reflexión y auto-reflexión. De hecho, es algo que al principio perturba porque nos interpela.
La pregunta del millón: ¿qué cambiar en la cultura para que sea una aliada en el camino hacia la igualdad real?
La cultura forma parte de la construcción identitaria y grupal, se apoya en lo simbólico y también en la imaginación. Me parece que esta última no está suficientemente entrenada de forma que si nos dejamos llevar por la cultura heredada tendemos a “repetir mundo” y ya sabemos lo que esto supone para las mujeres. Creo que ser capaces de imaginar mundos mejorados debiera ser un incentivo para las personas. Para ello, vencer las resistencias a reiterar los modelos complacientes y estereotipados es algo necesario. Creo que precisamos infiltrar diversidad en los vigentes imaginarios que bajo el espejismo de novedad tecnológica tienden a reiterar viejos modelos para las mujeres.
¿Qué mensaje te gustaría dejar para la próxima generación de mujeres como legado?
Creo que un escenario que les permita conocimiento y libertad de pensamiento es base para la igualdad y hemos de conseguirlo como bien público garantizado. Pero ojo: el conocimiento no es una base de datos estática de cosas que fueron, sino historias “diversas” hechas con herramientas que permiten hacernos preguntas y repensar las normas convenidas (porque son artificiales). Las mujeres y niñas del futuro no debieran creer que las cosas deben ser de una manera determinada por la mera razón de que en el pasado, en un pasado, fueron así y les repitan esta sentencia. Considero que es el derecho a crear nuestro propio destino lo que hemos de practicar y defender.