Observatorio Nacional para la Igualdad de Género en la cultura, una herramienta transformadora
El día 28 de enero de 2019, en el Ministerio de Cultura y Deporte, se constituía el Observatorio de Igualdad de Género en el ámbito de la Cultura.
Su historia reciente comienza con la aprobación, en 2017, de una PNL llevada al Congreso de los Diputados y Diputadas por PODEMOS. A partir de este hecho, la Secretaría de Estado de Cultura, puesto que no había Ministerio como tal, se reúne con MAV, CyM y CIMA. Tras este y otros encuentros de trabajo previos comenzaba el itinerario burocrático que permitiría constituir una comisión para analizar el grado de cumplimiento de la Ley de Igualdad, logros y carencias. Una comisión para elaborar y elevar informes haciéndolos llegar a los órganos decisorios pertinentes. Desde luego, era un primer paso que conectaba la comisión con las distintas unidades de otros ministerios y organismos públicos estatales vinculados a la acción y gestión cultural. Sin embargo, los cambios políticos permiten que el rango suba y la comisión se convierte en Observatorio, herramienta mucho más propicia para poder cumplir los objetivos a los que es perentorio llegar. Como Observatorio no solo tiene la responsabilidad de proponer informes sectoriales y temáticos que permitan evaluar el grado de cumplimiento de la Ley, sino que, y esto es crucial, asume la encomienda de proporcionar estrategias capaces de cambiar derivas estructurales que frenan, cuando no impiden, la igualdad real entre mujeres y hombres.
Para lograrlo, el Observatorio está compuesto de un funcionariado técnico ministerial que apoya a las representantes activas de aquellas asociaciones que tengan un número determinado de socias y socios, un tiempo de tres años mínimo de creación y funcionamiento; en cuanto a este último requisito, se trata de que desarrollen acciones específicas hacia el exterior, como organización de encuentros, jornadas, seminarios, etc. En la fase de fundación, estamos cuatro asociaciones: Clásicas y Modernas, MAV (Mujeres en las Artes Visuales), CIMA (Mujeres en el Cine) y Mujeres en la Música. Se irán uniendo otras que lo deseen a medida que cumplan los requisitos señalados.
Las cuatro asociaciones fundadoras tenemos en nuestro haber la elaboración de análisis en sectores concretos de la cultura, así como la organización de acciones para visualizar y activar el camino hacia la igualdad. Si me permiten, dado que represento en el Observatorio a Clásicas y Modernas, informaré sobre ella siempre a modo de mero ejemplo. Es una actividad señera nuestro Debate Pendiente con temática específica en cada edición siempre vinculada a la creación literaria y el pensamiento; desde hace tres años coorganizamos, cada mes de octubre, con la Biblioteca Nacional y la Federación de Mujeres Directivas y Empresarias de España (FEDEPE), el Día de las Escritoras; hemos puesto en marcha las “Temporadas de Igualdad”, de las que se ha dado cuenta en estas Jornadas de Mérida, y que se circunscriben al territorio de las artes escénicas en su más amplia catalogación, así como este Encuentro Internacional de Creadoras Escénicas dentro del marco del Festival Internacional de Mérida; hemos empezado “Bibliotecas en Igualdad” que, como las “Temporadas de Igualdad”, compromete a las instituciones que se suman a toda una estrategia de contenidos y proyectos para lograr la igualdad efectiva en el ámbito de la cultura; y es frecuente la coorganización de ciclos de conferencias en distintos lugares de España, que tienen como fin dar a conocer la vida, obra, relaciones y enfoques de mujeres en el ámbito de la cultura. Clásicas y Modernas, además, ha tenido un papel relevante en la elaboración de informes que permitan avalar, con cifras, la desigualdad existente en distintos territorios culturales, como el de la música, por ejemplo, y que ha entregado el informe “¿Dónde están las mujeres en la música sinfónica?”, hecho en colaboración con la SGAE y las asociaciones “Mujeres en la Música” y “Mujeres Creadoras de Música en España”, como se nos ha contado ya.
Con esta breve presentación, a la que habría que sumarle el trabajo imprescindible y ejemplar desarrollado por las otras asociaciones mencionadas, así como los espacios habilitados por las administraciones para realizar otro tipo de estudios, pretendo mostrar la dinámica del Observatorio. Y señalar que nada empieza de cero y que la eficacia de una iniciativa como esta supone agradecer el arduo camino que nos ha llevado hasta aquí, al tiempo que la responsabilidad que significa trabajar para que esta oportunidad, insólita en España, zanje ciertos hábitos históricos que, hasta ahora, ni la propia Ley de Igualdad resuelve.
El compromiso político se adquiere a partir, precisamente, del trabajo y trayectoria de asociaciones y organismos de distinta índole, pero siempre de garantía y rigor incuestionables. Esta unión entre la administración central del Estado y la sociedad civil adquiere un calado práctico tan importante como su carácter simbólico. Tal compromiso estriba en impulsar políticas culturales que permitan, de una manera real y efectiva, la presencia de las mujeres desde la igualdad de oportunidades, lo que conlleva medidas especiales no resueltas con baremos habituales.
Padecemos algo tan obvio como grave, y es que a pesar de las leyes que garantizan la igualdad de derechos y, por tanto, la igualdad de oportunidades, las mujeres seguimos sin estar de un modo igualitario en los lugares donde se toman decisiones y se propician modelos y hábitos sociales. Y ahí está la almendra central del problema que impide un avance natural hacia un equilibrio justo: no siempre la supuesta objetividad técnica lo consigue, porque tal supuesta objetividad llega definida por itinerarios cuantitativos que siguen sin incorporar perspectiva de género, de manera que reproducen automáticamente desigualdad a pesar de las buenas intenciones. Y al hacerlo, se requiere justificar los resultados para ajustarlos a la medida estándar que ha producido, en sí misma, la desigualdad, responsabilizando a las mujeres y no al sistema. Argumentos falaces que vetan la pregunta crucial: ¿por qué nos presentamos menos las mujeres a los concursos de méritos, por qué seguimos desestimándonos?, ¿no será porque no nos interesa competir cuando sabemos que ni la igualdad ni sus ventajas están de nuestra parte? Seguimos hablando de competir, ganar, resultados… Son palabras, lamento decirlo, muy antiguas para nombrar nuevos tiempos. Van a permitirme que deje estas preguntas en suspenso, porque con la reflexión sobre las respuestas querría acabar. Pero antes, continúo compartiendo con ustedes las características y biografía, breve pero muy intensa, del Observatorio de Igualdad de Género en el ámbito de la Cultura, ya que el objetivo programático del mismo está, precisamente, en lo que contestemos y lo que propongamos.
El Observatorio, mediante concurso con invitación, ha pedido, para comenzar, un informe con perspectiva de género que detecte las situaciones de desigualdad con datos que permitan analizar causas. Es a las causas a las que debe referirse su encomienda, buscando estrategias que las modifiquen, para que todas las acciones cuantitativas, inevitables desde luego, se inscriban, prevaleciendo estos, en parámetros cualitativos. Este informe se entregará en otoño. Pero el Observatorio ya tiene un lugar informativo habilitado al que puede accederse poniendo en nuestro buscador en internet palabras claves que señalen “Observatorio de Igualdad Ministerio de Cultura España”, por ejemplo. En la página, se puede encontrar el Plan de trabajo para 2019, informes sobre recursos y planes procedentes del ámbito de actuación del Ministerio, así como propuestas de estudios hechas a distintas unidades del mismo, y estudios elaborados por otras entidades con ayuda del Ministerio. Pasos dados, planes en marcha y estadísticas ya desglosadas por sexo en sectores como el cine y el libro, o la participación de las mujeres en el Patrimonio Cultural Inmaterial. El Observatorio ha configurado, además, un espacio que recogerá un mapa de expertas en igualdad de género y cultura de distintos sectores, en el que se puede inscribir quien lo considere, de modo que se cuente con un directorio fiable y especializado de cara a la configuración, por ejemplo, de jurados y órganos de valoración.
Acabo esta intervención proponiendo pensar juntas respuestas a las preguntas que dieron lugar a la necesidad imperiosa de este Observatorio. La experiencia de estos meses trabajando, de un modo absolutamente colaborador, con nuestras compañeras de MAV, CIMA, Mujeres en la Música y las personas del Ministerio de Cultura y Deporte que tienen la encomienda del Observatorio, ha sido, he de decírselo, tan gratificante como esperanzadora. Y no se trata de esas esperanzas que procedentes de ilusiones sin más; las ilusiones brotan de saber que, por primera vez, la intención conlleva resultados. Leía estos días un artículo en torno a la creación de la Asociación de Mujeres Diplomáticas españolas; en el mismo, se reproducía un diagnóstico aplicable a todos los territorios donde las mujeres estamos actuando y pensando, creando y gestionando. Era interesante la aportación de buenas prácticas, en otros países, para lograr esa igualdad de oportunidades que tampoco logran, en este momento, las diplomáticas españolas ni en sus destinos ni en sus promociones. Me interesó ver que ciertos países, antes de conceder los destinos, analizan si ha habido embajadoras y mujeres con otros altos cargos en las embajadas que hay que cubrir; ese hecho es determinante para que, ante la ausencia o disparidad, en igualdad de condiciones, se nombre a mujeres.
La discriminación positiva no es una ventaja, sino un ajuste, una metodología práctica hacia la rectificación histórica y el cambio de paradigma social. Hemos de evitar que se rebata la justicia con frases que incluyen esos “pero”, esas excusas de “con los mismos méritos”, “era mejor”, “fue absolutamente objetivo y transparente”, etc. Demos por hecho algo que no puede ser de otra manera, y es que cuando se llega a un nivel de selección para alcanzar un puesto directivo, todas las personas están en igualdad de méritos y capacidades, es decir, no hay algo que vulnere derechos o sea ventajista. La transparencia está en esa certeza. Las selecciones son serias, hechas por personas expertas y, en democracia, hemos de confiar en los demás o estamos absolutamente perdidos. Pero cuantos más ángulos se incorporan al debate seleccionador, cuando la dinámica incluye que la igualdad no puede debatirse, sino que es un punto de partida y no de llegada, la forma de enfrentarse a esa responsabilidad es otra. Al llegar a ese punto, tras haber establecido siempre que todo currículo “incuestionable” debe llegar con proyectos que también lo sean, se requiere actuar para que las mujeres estemos, ahora sí en igualdad de méritos y, más importante, de oportunidades creando modelos en el imaginario social, es decir, normalizando la igualdad.
Porque también la norma igualitaria tiene que normalizarse, formar parte de lo que ni se cuestiona ni se justifica. Se ha tardado mucho tiempo en convertir este tema en algo público, consciente y que determina el rumbo del mundo que nos ha tocado vivir. Cada vez que se logra un derecho para una minoría que no lo posee, se está abriendo la puerta a la reflexión sobre otros derechos que no están y acaso ni siquiera son, socialmente, echados de menos. Las mujeres somos minoría en el entramado público, aunque, cuantitativamente, seamos la mitad de la población mundial. Porque, el esquema que ha configurado nuestras relaciones y hábitos en el espacio de lo común no estaba previsto, históricamente, para que nosotras formáramos parte de él. Todo esto lo sabemos, las leyes incluyen. Pero, me van a permitir que lo diga en un foro como este, “incluir” significa que quien llega se adapta a ese lugar mental donde va a ser incluido. Y es tiempo de aceptar que quizás ese espacio “que incluye” no tiene ni forma ni sitio, simbólicamente hablando, para modos de estar en el mundo que no estaban previstos entre sus fines.
El Observatorio ha nacido con el afán y la responsabilidad de señalarlo y, por tanto, con la encomienda de incorporar estrategias prácticas que solventen obstáculos y fijen maneras útiles y definitorias -nunca definitivas- de actuación. Que esté en su funcionamiento contar con asociaciones y particulares donde se destaquen buenas prácticas para conseguir la igualdad, no es baladí. Como ven, el reto es grande pero las razones son más grandes aún. Espero que podamos encontrarnos, en la próxima edición del Festival de Mérida, para hacer balance de un año y, sobre todo, para dar noticias que hablen de resultados transformadores. Lo serán para la cultura y, por tanto, lo serán para el espacio compartido de lo común.
Conferencia pronunciada en el 3er Encuentro de Creadoras Escénicas CyM en el 65 Festival de Mérida.