No me oyes, acusación y aserción
Fundació Miró, Barcelona, hasta el 29 de noviembre
No me oyes, la fabulosa y huidiza exposición de Nalini Malani en la Fundación Miró tiene como hilo conductor un mito, el de Casandra, condenada a que nadie la creyera a pesar de su don de la profecía. El mito, interpretado en clave feminista, refleja el conocimiento, la impotencia y el dolor de todos los desposeídos -no sólo las mujeres- al intentar detener los estragos de un poder históricamente basado en la violencia. Casandra, compuesta por múltiples símbolos históricos, culturales, personales y psicológicos, somos todas y casi todos. Y la destrucción de Troya es la destrucción de su país de origen por las fuerzas colonialistas, es la destrucción histórica y continua de personas por otras personas con más poder; y es también la destrucción que estamos llevando a cabo con el medioambiente.
Sin embargo, decir esto es como decirle a quien nunca ha probado una naranja simplemente que se trata de una fruta. La obra de Malini se ha de ver, de experimentar. Es una obra compleja desde un punto de vista racional pero extremadamente evocativa, donde el sustrato trágico del mensaje nunca ahoga la potencia vital de la existencia.
No se me ocurre una mejor manera de explicar esta dualidad que hablando de una de sus instalaciones, The Tables Have Changed, donde en una sala oscura -¿una cueva?- se proyectan imágenes dibujadas -sombras- aparentemente inconexas de calaveras, perros corriendo, criaturas marinas ficticias, dioses hindúes, números, etc. Las imágenes se deforman y solapan continuamente creando múltiples y efímeras conexiones, sentidos y sensaciones. Al movimiento, a las imágenes, al pensamiento le acompaña, provoca y contradice la lectura de fondo de la novela Casandra (1983) de Christa Wolf. La fisicalidad de la instalación también es importante: treinta y dos cilindros de acetato con dibujos realizados por la artista y colocados precariamente sobre discos giratorios en el suelo junto a unas luces. Las múltiples lecturas, ambigüedades, sensaciones y pensamientos también saltan de un medio a otro sin una obvia conexión. Lo único persistente es un profundo sentimiento de magia, como cuando de niña se entiende mucho, pero de forma inconexa.
No me oyes es una acusación pero también una afirmación.
No me oyes es una retrospectiva de esta gran artista de setenta y cuatro años, ganadora del último premio Joan Miró. Y aquí una cuña para las que no lo sepáis. La Fundación Miró está en una situación muy difícil. Actualmente sólo pueden abrir tres días a la semana y, si la situación no mejora, van a tener que cerrar. Nosotras, como público, podemos intentar ayudar a que este premio no sea el último.