Crítica de arte: «El derecho a amar», de Isabel Muñoz
De todas las exposiciones que ofrece Madrid: todas las de PhotoEspaña; la esperada antológica exposición de Sonia Delaunay. Arte, diseño y moda en el Museo Thyssen Bornemisza; la alternativa, sobre todo por estar donde está, de La mirada del otro. Escenarios para la diferencia en El Museo del Prado; la oportunidad perdida para el cuestionamiento de ciertas “verdades” históricas, Piedad y Terror en Picasso; y la interesantísima y, para mí, desconocida, Lee Lozano en el MNCARS; me he decidido por esta exposición de Isabel Muñoz. Y menciono estas por nombrar tan solo las imprescindibles.
Pero la mezcla de antropología, documentación etnológica, compromiso social y testimonio de la diferencia de la exposición de Isabel Muñoz, su capacidad para ir mostrando retazos de los cuerpos, contando sin contar, queda patente en el primer plano de un beso que abre la exposición. No se sabe quién besa a quien, pero esos labios cuentan historias de intensidad no siempre narradas.
Componen esta exposición alrededor de 90 fotografías que tienen como eje los cuerpos: un primer plano de la cara tatuada de un miembro de la mara Salvatrucha de El Salvador; dos bailarinas anónimas en puntas, desnudas, sus cuerpos en íntimo contacto; Antoni Ruiz, encarcelado en 1976 por su orientación sexual en aplicación de la ley Peligrosidad Social; F. Oliver, alias Rampova, que hizo su espectáculo con su pasado de injustas detenciones; Antonio Roig, ex carmelita descalzo, que defiende su derecho a amar sin prejuicios, defendiendo la dignidad del amor gay; el posado de ese hombre que vivió su vida como heterosexual hasta que su mujer fallece y a partir de ese momento se entrega a sus amores homosexuales.
Podría seguir relatando la sensibilidad de la mirada de Isabel Muñoz, mostrando lo invisible, lo que queda fuera del glamour en estos días de euforia, crítica y análisis de lo que ha supuesto este falocrático World Pride, como es la vejez de las personas LGTB a las que la Fundación 26 de noviembre ayuda y acompaña; los módulos de respeto de la cárcel de Mansilla de las Mulas en León, donde te adjudican el módulo según el sexo que tienes y no en función del que aparece en tu DNI; las Hijras, hombres de la India que visten de mujer, quienes renuncian a sus genitales para ofrecérselos a la diosa Bukhararnata y así quedar bajo su protección; el bar La Parrala, como la copla, otros puntos de encuentro para amar delante de todos y todas, como el set de fotografía de la librería Berkana en 2016; los transexuales de las calles de Sao Paulo y Río de Janeiro que son prostituidos para poder pagarse sus operaciones de cirugía estética… son la demostración del sentido social del arte, de cómo la belleza acompaña, visibiliza y dignifica aquello que en la cotidianidad de los días, no queremos contemplar.
El derecho a amar, Isabel Muñoz
Centro Centro, Tercera planta del Palacio de Cibeles
Hasta el 1 de octubre