Maternidad: mito y timo
¿Qué visión nos da la cultura de la maternidad? Cuantitativamente, poca. Hay retratos de madres, sí, pero escasos y trazados desde fuera, ya sea en forma de ficción (La casa de Bernarda Alba de Lorca, Pelo de zanahoria de Jules Renard, Doña Perfecta de Galdós…), ya en esa forma particular de autobiografía que es el “libro de duelo”, que rememora a una persona próxima después de su muerte, como en Sidode Colette, Una muerte muy dulce de Simone de Beauvoir, El libro de mi madre de Albert Cohen, Una mujer de Annie Ernaux… Pero las madres, por lo visto, no escriben; son escritas. Su silencio no es sino un ejemplo extremo de la “heterodesignación”. Los discursos sobre nosotras -médicos, poéticos, teológicos, filosóficos, jurídicos…- son obra de varones.
No son tanto madres lo que falta, como maternidad. La literatura nos ha contado mil veces la guerra, pero apenas nos ha dicho nada del embarazo, el parto, el aborto, la lactancia… Por eso es una buena noticia que por fin, aunque sea con cuentagotas, estén apareciendo o reeditándose libros como El nudo materno de Jane Lazarre, Nacemos de mujer de Adrienne Rich, Maternidad imposible de Irene Vilar, Mare de llet i mel (Madre de leche y miel) de Najat El Hachmi, Roedores de Paula Bonet, o los dos que quiero comentar hoy: Mare de Ada Castells(próximamente en castellano: Madre, en editorial Navona) y La mejor madre del mundo de Nuria Labari.
El de Castells es un “libro de duelo”: en él, la autora relata, ficcionalizándola apenas (por lo que sé), el final de la vida de su madre. Como suele ser el caso cuando la retratista es mujer, la madre no aparece aquí como diabólica ni angelical, sino como plenamente humana: egoísta hasta el tuétano, pero también inteligente, esnob, divertida y hasta a ratos, a su manera, cariñosa. Y algo que me ha interesado mucho: indaga en la subjetividad de una mujer que es, por así decirlo, una esposa profesional. ¿Cómo se ve a sí misma? No como sumisa o secundaria, en absoluto, sino como casi una artista, capaz de convertir ese diamante en bruto que es un chico listo y trabajador, pero algo tosco, en todo un señor médico, rico y distinguido… Pero quizá lo más nuevo y valiente del libro (es este un terreno en el que las escritoras nos aventuramos, creo, despacio y con miedo) es el autorretrato nada complaciente que la narradora traza de sí misma como madre de una hija.

“No vayas a contar tu experiencia de maternidad porque eso no interesará a nadie”, le advirtió a Nuria Labari una importante editora. No tuvo que insistir mucho: la misma Labari solo sentía rechazo hacia las poetas que hablan de “placenta, regla, útero, vagina…”, porque pensaba, dice, que “escribir no debía ser una forma de hemorragiasino una forma de cultura” (la capacidad de dar vida reducida a “hemorragia”… ay, qué anclada está la desvalorización de lo femenino) y porque aspiraba, dice, a que la leyeran los hombres (y ya se sabe que para ellos la maternidad es algo ajeno; a ellos los trajo la cigüeña) . Por suerte, la maternidad la impactó con tal fuerza -no forzosamente para bien: la califica de “mito y timo”- que escribió este libro.
La mejor madre del mundo habla de todo un poco: de la similitud entre nacer y morir, de la sensación de ser Dios que da el ser madre, de la maternidad como felicidad arrasadora y como entrenamiento en la sumisión. Del papel del padre. De un aborto voluntario, relatado, por cierto, con la misma serenidad con que lo relatan muchas otras autoras (Blanca Riestra, Elvira Lindo, Lola López Mondéjar, Edurne Portela, Clara Usón…), muy lejos de la visión apocalíptica del discurso dominante… Desordenado y contradictorio, pero siempre estimulante, provocativo, vital y auténtico, La mejor madre del mundo es uno de los libros más interesantes y originales que he leído sobre el tema.
Ada Castells: Mare, ed. La Campana, Barcelona, 2019, 227 páginas
Nuria Labari: La mejor madre del mundo, ed. Random House, Madrid, 2019, 220 páginas