2 biodramas: Kahlo o la lentilla de Panofsky y Santa Teresa o la memoria trazadora
TRÍPTICO DE LA PRESENCIA POÉTICA II
TÍTULO: 2 biodramas: Kahlo o la lentilla de Panofsky y Santa Teresa o la memoria trazadora.
AUTORA: Liuba G. Cid
EDITORIAL: Cumbres, Madrid, 2021
SANTA TERESA O LA MEMORIA TRAZADORA, DE LIUBA G. CID
“Sin embargo, las alas tienen una resistencia física y una envergadura precisa.
Los versos también”.
Así terminábamos la primera parte de este Tríptico de la presencia poética, que ahora sube a escena de la mano autora y directora de Liuba G. Cid. Me detengo en uno de los “biodramas” de su libro presentado en el XX Salón Internacional del Libro Teatral (Centro Dramático Nacional -CDN-, Teatro Valle-Inclán, Madrid, noviembre de 2021): Santa Teresa o la memoria trazadora.
Hacer memoria y memorizar. Repetir lo que no puede olvidarse. Contárnoslo a nosotras mismas, decírselo a nuestra memoria para que lo guarde. Hechos que pueden señalarse con el dedo índice del recuerdo y los que necesitan que los ojos estén cerrados para que podamos verlos con nitidez. Presencia que une mundos de mujeres lejanas en el espacio y en el tiempo pues todas tenemos “ceniza que guardar en el pecho”. Niñez y adolescencia, el juego de recorrer leguas de sueño y sentarse a la sombra de la imaginación. Memoria de las palabras que se quedan en el cuerpo como una cicatriz. Y rumor de las que llegan de lejos, en la barca de los acontecimientos propios y en los que heredamos como si lo fueran también. Armarios y buhardillas llenas de sentimientos quizás inútiles, dolorosos, esclavizantes que, sin embargo, cuando hacemos limpieza, nos da pena tirar.
Liuba Cid lee la organicidad de los conceptos que habitan las palabras, siente la temperatura de los mismos, estudia su expresividad física, comparte lo descubierto porque es profesora, porque es directora escénica, porque es dramaturga y dramaturgista. Escribe para que la escritura vuele y polinice la tierra de la mediocridad inquisidora. Le da su escritura a una actriz que se prepara para ser, sobre la escena, Santa Teresa en diálogo con la propia Teresa de Ávila. Barroco juego de espejos que trasladan, con naturalidad, el siglo de oro al paisaje actual del norte de España, con su bruma y su luz específicas, con su industria tradicional recorriendo las mismas calles que transita la creatividad más vanguardista y arriesgada. El secular “oro” simbólico se muestra, entonces, en las entrañas de la tierra, y un arpa para la que se ha transcrito la voz de la guitarra que se la prestó al tiempo biográfico de la escritora mística, escucha los pasos de una txalaparta y la musicalidad de los elementos de la naturaleza. Los espejos guardan lo que es, lo que fue y lo que pudo haber sido. El teatro, como todo brote nacido de la semilla infinita de la poesía nos permite mirar ese misterio cara a cara.
Santa Teresa, a través de la discreta elegancia de Liuba Cid, acuna esa “memoria trazadora” que supone ser atravesada por los acontecimientos externos, y trascender ese acto para elevarse a otro lugar inasible que el teatro custodia con calidad de rito sagrado. Entonces Neugan bizi gabe biziz, / hain nago goi-bizi minez, / hiltzen bainaiz hil ezinez permite que reverbere aquel Vivo sin vivir en mí, / y tan alta vida espero, / que muero porque no muero.
Y que Liuba G. Cid revisite la historia en un ejercicio de entrega biográfica que asume la responsabilidad cívica aparejada a la creación. De su Cuba natal llega una “memoria trazadora” de nuevos planos de convivencia, donde los hechos que llevaron a América, la codicia humillante que supuso la esclavitud o la épica de los relatos oficiales apoyados en decretos para expulsar a hombres y mujeres de sus hogares, inauguraban una cuestionable modernidad. Reformas y contrarreformas que se repiten a lo largo del tiempo, imaginarios obstinados en jerarquizar, avalándola, la exclusión, y normas impuestas que se ejercen en alianza con el miedo, ese eficaz sustituto de la racionalidad libre y libertadora. Ocultación, revoluciones hechas “en la cocina” mientras que el espacio de lo común era un “criptoexistir”, desveladas en este biodrama titulado Santa Teresa o la memoria trazadora. Transverberación significa, pues, ser atravesada por la conciencia. Por eso el teatro es perímetro mágico fundando “palomarcicos de dignidad” sin más ley que el amor.
Ese plano de lo posible tiene forma de concierto. Liuba Cid ha escrito una obra para duo de dos mujeres que son una sola en la multiplicidad que el coro simboliza. Dueto desarrollado entre un introito y cinco movimientos, con su tempo, su ritmo. Como la vida. El orden democrático es más musical que arquitectónico. Y la democracia y el teatro, como la libertad del pensamiento son una y la misma actitud.
Se dice así en este hermoso biodrama: Porque…, aunque sea muy a los principios y nosotros muy ruines, procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar…
Aunque nos hallemos, de súbito, en medio de una noche, sin el amparo de un claro, en la soledad metafísica de cuanto extremo occidental exige a una existencia… Repetir lo que no puede olvidarse, ¡oh, teatro!, segunda oportunidad que solo la belleza tiene el poder de otorgarnos.
(CONTINUARÁ)