La presencia de las mujeres en JAZZMADRID
A medida que el mundo del jazz se despoja de estereotipos, la arraigada idea que sostiene que esta música es cosa de hombres se desvanece. Y no solo por la indudable supremacía del jazz vocal femenino a lo largo de la historia, sino porque, cuando se rastrea en la historia, se comprueba que las mujeres han estado también presentes, con nombres relevantes y desde los orígenes, en el ámbito del jazz instrumental.
Desde entonces, la historia de esta música no ha dejado de ofrecer excelentes ejemplos de mujeres instrumentistas, compositoras y directoras en una proporción que, lógicamente, ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, en la medida que el papel de la mujer se ha venido normalizando como en cualquier otro ámbito profesional.
En su edición de 2017, JAZZMADRID ha ofrecido en su programación algunas estrategias para acceder a un buen número de propuestas no siempre bien conocidas en la historia del jazz, así como para desvelar un puñado de pistas que hagan más sencillo desenvolverse entre algunas de las vetas imprescindibles de la improvisación creativa de nuestros días.
Nuevas divas
En respuesta, por ejemplo, a lo que los aficionados más jóvenes consideran un claro síntoma de conservadurismo, elevando a la categoría de nueva diva del jazz a una artista tan respetable como Dee Dee Bridgwater, la muestra ha puesto en valor en su programación a un nuevo colectivo de intérpretes, influido por corrientes musicales de mayor calado popular. Con semejante aval, todas llegan con inusitada fuerza a páginas de periódicos, publicaciones especializadas y radios.
Estéticamente arraigado en la cultura pop de este nuevo milenio, con promotores y avalistas de la información como principal baza para aumentar su cuota de fama, este nuevo movimiento de artistas ha conseguido, incluso, modificar los criterios en la elección de repertorios de cantantes de tanto fuste como Sheila Jordan, que incluye en alguno de sus discos canciones de Jim Webb y de Lennon y McCartney. E idéntico juicio puede aplicarse a una saxofonista como Melissa Aldana, muy próxima a los postulados del hard-bop, y afortunadamente alejada de los mundos sonoros de las también saxofonistas Anita Carmichael y Candy Dulfer, sin demasiado hueco en el jazz, cuando no ninguno.
Diversidad estética
Por el contrario, hay gozoso consenso laudatorio en reconocer que, tanto la griega Tania Giannouli, como la francesa Cyrille Aimée o la cubana Daymé Arocena, partiendo de estilos como la world music, la chanson française o la música autóctona de Cuba, están localizando una brillante veta creadora que renueva los estándares del jazz. Una maniobra diametralmente opuesta a las utilizadas por la bluesista catalana Big Mama Montse o la percusionista danesa Marilyn Mazur, con álbumes que insisten en hacer de la búsqueda permanente de lo inédito una regla de trabajo.
Capacidad de desafío
De Billy Holliday, Ella Fitzgerald o Sarah Vaughan, al colectivo de mujeres que, en estos días, defiende el jazz (y convendría no sustraer atenciones a las que, procedentes del mundo de las variedades y el jazz flamenco, también lo hacen: Carmen París y María Toro, por ejemplo, sin olvidar a Noa Lur, todas presentes en la sección «Jazz en los Distritos») no solo va el paso del tiempo, sino una creciente capacidad de desafío. Y, al margen del jazz en estricta puridad terminológica, lo cierto es que la inclusión en el festival JAZZMADRID de la cantante mexicana Lila Downs en el apartado «No Solo Jazz», representa unos niveles de ventas discográficas que la equiparan con artistas de pop como Sheryll Crow o Bjork, ambas, por cierto, con algún que otro proyecto jazzístico registrado.
Quizás sean jazzistas diferentes para una nueva época y será el paso del tiempo el que aclare semejante enigma. Sin embargo, cualquier buen aficionado bien puede reconocer en ellas una excelente puerta de entrada, para quien se asome desde la sensibilidad de hoy, a la fascinante cosmogonía musical de las veteranas Carla Bley y Sheila Jordan, cabezas de cartel de JAZZMADRID junto a Dee Dee Bridgewater.