Hasta la corona del virus – Relato XIX
Si no lo miro en mis anotaciones, no sé ni qué día de la semana es ni cuántos días llevo encerrada. A decir verdad, tampoco creo que vaya a cambiar mucho mi rutina si sé que es sábado o miércoles ni si llevo aquí 2 o 3 semanas. Realmente la fecha que me perturba y que está perturbando a todo el planeta tierra es la de la finalización de esta pesadilla epidémica. ¿Cuándo acabará la pesadilla?
Llevo casi un mes encerrada pero como mucha gente más en Italia o en España lo que pasa, es que yo estoy pasando la cuarentena en India en donde la incertidumbre es exponencial a la falta de información por la barrera idiomática o por la dificultad para descifrar los códigos culturales. Por suerte, tengo a mis espaldas 8 meses de experiencia india y hay muchas cosas que ya entiendo como funcionan aquí pero otras tantas, se escapan a mi entendimiento y más en el caso de esta pandemia que cogió a todo el mundo desprevenido.
Ahora escribo desde otra habitación diferente a dónde lo hice la última vez y que probablemente, no será la misma desde donde escriba la próxima. Esto puede hacer mi cuarentena más peculiar y más emocionante, aunque ahora no estoy muy abierta a las emociones fuertes. Estoy ocupada gestionando otros dramas en mi cabeza.
No recuerdo cuando decidí que a lo mejor, volver a España, no era una idea tan descabellada. Estoy viendo como viajeros y viajeras de largo recorrido se han vuelto a sus países de origen y eso me desconcierta, ¿por qué se vuelven a casa si su su casa es el mundo? Este fue uno de los motivos que me hizo plantearme que quizás, yo estaba siendo imprudente al no contemplar la posibilidad del retorno. Después está la familia, las amistades y la gente que me conoce por redes sociales:
‘Esto va para largo, ¿no has pensando en volver?’
Si te dicen esto una y otra vez al final el mensaje acaba calando. Que sé que lo hacen con buen intención pero claro, esa buena intención puede generar más confusión, miedo e incertidumbre. Y por último, lo que me llevó a que viese mi retorno como una opción válida fue que estuve hablando con amigas enfermeras y médicas en España que me contaban la situación catastrófica que se está viviendo y entonces me pregunté, ¿qué hago aquí si ahí puedo aportar mi ayuda como enfermera?
Bueno, pues manos a la obra. Durante 2 o 3 días intenté que alguien del ayuntamiento, extranjería, funcionario, etc. viniese a hablar conmigo para que supiese de mi existencia y me diese ideas de como poder salir de este lugar tan recóndito de India. Durante toda mi cuarenta y desde la última vez que nos habían cambiado de lugar no había venido nadie a hablar conmigo salvo alguna ocasión a preguntar (por enésima vez) cuando había entrado en India y dónde había estado los últimos meses.
No tuve suerte, por más que insistía. Y con ello también llegó la noticia de que mi cuarentena había acabado y que debía irme. Esta cuarentena (un poco inventada) a la que venía para 5 días pero que después se empalmó con el confinamiento nacional y que se convirtieron en 2 semanas. Que a mí también me vino bien porque al menos, tenía un lugar seguro para estar. Me dijeron que me iban a llevar a un hostel y que desde ahora, debía asumir los gastos. Evidentemente, no me pude quejar al respecto ya que, era lógico que no quisieran hacerse cargo de mi comida cuando había completado la cuarentena impuesta por las autoridades. Conseguí hablar con la médica encargada del confinamiento (la misma con la que discutí aquella vez que nos cambiaron de lugar sin previo aviso) que no la había visto hacía más de una semana y me comentó que me habían hecho el favor de tenerme aquí más días porque estaba sola y era mujer y que además, este lugar ya no iba a ser seguro para mí porque traerían a más gente en cuarentena.
Pero cada cambio durante el último mes me ha generado un estrés, un derroche de energía, enfado… aquí las cosas no son fáciles por lo que comenté antes, la falta de información y barrera idiomática y cultural. Aquí te mandan y tú obedeces, es como funciona. Y a mí me hierve la sangre. Me trajeron al hostel en el que yo había estado la primera vez que pisé esta ciudad (cuando aún era libre), la habitación compartida tenía un precio razonable pero la privada era como 10 veces más y esa era la que había preparado para mí. El precio ascendía a 15€ por noche, eso no lo he pagado ni en Europa. Por supuesto que pedí dormir en la compartida.
Y cuál fue mi sorpresa que, al día siguiente, empezaron a traer ambulancias con gente en cuarentena. Salí a ver qué pasaba y lo único que me decían era que me metiera en mi habitación. No me lo podía creer, yo ya había pasado mi cuarentena podía ser un poco más libre y aunque sea salir al pasillo o a la terraza pero si traían a más gente en cuarentena automáticamente, me convertiría a mí en una paciente, otra vez. Además del riesgo que conllevaba. No tenía sentido, se suponía que este era un lugar seguro y libre de supuestos casos de corona y ahora lo convertirían en otro centro de cuarentena y encima, tenía que pagar por ello.
Intenté hablar con alguien que estuviese un poco al mando, el médico me indicó que me tenía que cambiar de habitación que las necesitaban para más personas en cuarentena, me iba a mandar al piso de arriba y eso iba a suponer mi cárcel para las próximas semanas. Protesté, por supuesto. Aquí tienes que estar a la defensiva y protestando si no, te tratan como una niña pequeña ignorante tal y como me habían tratado hasta ahora. Finalmente, me llevan a otra habitación privada en el edificio de al lado. Intento volver a hablar con este médico, necesito información: ¿cuánto me va a costar esto? ¿y la comida? ¿por qué me tratan como si estuviese en cuarentena? ¿vendrá alguien a hablar conmigo e informarme? Nadie sabía nada. Aquí, con el sistema jerárquico que tienen, es como que nadie se atreve a dar ningún paso de más, siempre te dirán que se lo tienen que consultar a otra persona que está por encima de ellos. Por lo que, obtener información o pedir hablar con alguien con autoridad se convierte en una tarea casi imposible.
Este médico, con sus aires de superioridad, me dijo que me marchara a mi habitación y que trasladaría mi mensaje pero que las autoridades, estaban muy ocupadas para venir a hablar conmigo. Tuve que subir el tono de voz para que accediera a apuntar mi número de teléfono para que supuestamente, me llamaran si estaban tan ocupado para venir personalmente. Así que, me fui a mi habitación a lidiar con la ansiedad y el estrés e intentar buscar soluciones a mi situación. Hablar con la Embajada de España era inútil, si lograba que me cogieran el teléfono me decían que me llamaría la persona encargada y por supuesto, esa llamada nunca llegaba. Pero por fin llegó una idea por parte de un conocido indio que me dio una dirrección y me sugirió que me presentara allí personalmente para hablar con el ‘collector’ (que es como un funcionario administrativo del distrito). Así que, al menos ahora tenía una misión. Pero me intentaron parar y no dejar salir, aquí hay seguridad propia del edificio y también policía en la puerta de afuera.
‘Mam, mam stop, where are you going’
Salí pitando montada en la bici mientras les decía ‘I’m going to a meeting’. Y fin. En la calle ningún policía me paró ni tuve ningún problema, todo con normalidad. Al final fue más fácil de lo que me imaginaba. Me presenté en el despacho de ese señor (o de algún subordinado) que a día de hoy sigo sin saber a qué se dedica exactamente pero me basta con saber que es ‘alguien’ que trabaja en las autoridades locales. Ya te puedes imaginar la cara del hombre cuando me vio aparecer en su despacho. Le trasladé mi malestar con la falta de información, la nueva cuarentena y demás y para mi sorpresa, se mostró empático y colaborador. Me dio su tarjeta (¡bravo! por fin tenía un número al que contactar) y me comunicó que no me preocupara por los gastos que yo era la invitada y que no tenía que pagar.
También que iba a hablar con la gente de aquí para que no me tuvieran tan vigilada. Yo salí de ahí aliviada y más optimista, al menos alguien me había escuchado y había sido amable conmigo. Tampoco estaba pidiendo tanto, creo yo.
ENCERRADA DE NUEVO
Y bien, ya han pasado dos semanas desde que me movieron aquí. Realmente me he vuelto a acostumbrar a esta nueva realidad y a estar encerrada entre cuatro paredes. No he intentado volver a salir ya que, me traen la comida y tampoco quiero tensar la cuerda demasiado. Es decir, por el testimonio de otras personas extranjeras que están en la India sé que, en general, no les hace gracia que sean vistos en la calle: les traen la compra o la comida para evitar que salgan. Esto yo creo que es por dos razones claras. La primera, para que no haya quejas de la gente local y estén llamando a la policía informando de que hay extranjeros ‘posibles portadores del virus’ deambulando por la calle. Y la segunda razón que se me ocurre es la de la seguridad: aquí la gente es muy conservadora y miedosa y por nada del mundo, las autoridades, querrían que a una persona extranjera le pasara algo malo (como una agresión física) y que esto saliese en los medios de comunicación.
Ahora que había decidido volver a España en lugar de estar más tranquila por haber tomado una decisión era todo lo contrario: me había dado cuenta que estaba atrapada y no podría salir de aquí. La única solución que la embajada me ofreció (ya que, no hay transporte público ni aéreo) era coger un taxi durante 3 días que costaba 600 € que me llevaría hasta una ciudad y de ahí, reunirme con otros extranjeros para coger un bus a Delhi, otros 3 días de viaje y unos 100-150 euros más. Yo rechacé esa opción porque me parece descabellada teniendo en cuenta que no estamos en medio de un conflicto bélico y que me vida no corre peligro. Por ahora, hacer un viaje tan largo con todos los riesgos que conlleva y tan costoso, no entra en mis planes.
Ahora me toca esperar a que el tráfico aéreo se abra en algún momento para poder llegar a Calcuta o Delhi y tener alguna oportunidad de coger algún avión de repatriación que vaya a Europa. Porque el único avión que puso la embajada española salió el 4 de abril, avisaron con 2 días de antelación por lo que, toda la gente que estaba desperdigada por el país no pudo llegar.
LA RESIGNACIÓN
Y aquí estoy, en el mismo punto después de casi un mes encerrada. Con las mismas incógnitas y con la certeza de que esto va a ser un largo proceso y que necesito tener paciencia. Al fin y al cabo, mis necesidades básicas están cubiertas y me sigo sintiendo privilegiada en un país en el que, el confinamiento que yo estoy haciendo es un completo lujo. Hay días buenos y días no tan buenos, yo creo que todas las personas estamos así ahora mismo, en un sube y baja emocional. El panorama actual es que, el confinamiento en India no ha hecho más que empezar y que nadie sabe cuando se restablecerá el transporte y la normalidad. En lo que tengo que ir pensando ahora es en buscar un lugar más agradable o un lugar en el que me sienta menos atrapada y con cierta libertad si mi única opción es pasarme las siguientes semanas (o incluso meses) en esta ciudad.
A veces me pregunto si estos 3 años viajando de esta manera enfrentándome diariamente a la incertidumbre, a las sorpresas desagradables, a los imprevistos… me están ayudando a sobrellevar esta situación y mantener la higiene mental. Y quizás sea que sé lidiar con la incertidumbre elegida y no con la impuesta, quizás es todo un juego mental o quizás, nada de esto sea real.