Carmen Alborch, en la memoria
Me piden las compañeras de Clásicas y Modernas que comparta, en nuestra sección In Memoriam, la entrada de nuestra querida Carmen Alborch que he escrito para el Diccionario de Pensadoras Españolas Contemporáneas, Siglos XIX y XX, coordinado por las doctoras Marta Nogueroles y Juan Sánchez-Gey, recientemente publicado por la Editorial Sindéresis:
Con todo el cariño y con toda la admiración, aquí va este recorrido por la obra de nuestra amiga indispensable:
CARMEN ALBORCH
BIOGRAFÍA:
Carmen Alborch Bataller (Castellón de Rugat, Valencia, 31 de octubre de 1947- Valencia, 24 de octubre de 2018) dedicó su vida pública a la política, la enseñanza y la escritura. Distinciones como la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort, la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III (1996), la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil (2016), Medalla de la Universitat de València (2017), Gran Cruz de Jaume I el Conqueridor (2018) o la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana (2018), nombramientos como socia de honor (Académica de Honor de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Patrona de Honor del Teatro Real), reconocimientos y premios de asociaciones y federaciones (Premio Rosa Manzano, Premio de Gabriela Sánchez Aranda, Premio de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, Premio de Mujeres Progresistas, Premio “Avanzando en Igualdad” de la Federación de Empleados de Servicios Públicos de UGT-PV, Premio Generando Arte), así como otros de amplio calado simbólico en el ámbito de su lucha por la igualdad en general y de la cultura en particular -destacamos su nombramiento, a título póstumo, como Patrona del Museo del Prado-, avalan una trayectoria cuyo compromiso cívico ha quedado reflejado en su manera de encarar las políticas públicas y en sus textos ensayísticos.
Doctora en Derecho por la Universidad de Valencia, fue profesora de Derecho Mercantil en dicha institución, y llegó a ser la primera mujer decana de la misma. En el año 1993, el entonces presidente del Gobierno de España, Felipe González, la nombra Ministra de Cultura (1993-1996), cargo al que aporta su convencido feminismo, como había hecho durante su gestión como directora general de Cultura de la Generalitat Valenciana y como directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), al que consigue convertir en referente indiscutible del arte contemporáneo. Su carrera política se completa añadiendo que fue diputada del PSOE por Valencia durante las VI, VII y VIII legislaturas; candidata del PSPV-PSOE a la alcaldía de Valencia en las elecciones municipales de 2007; concejala y portavoz del PSPV-PSOE en el Ayuntamiento de Valencia; senadora por Valencia en las elecciones generales de 2009 y secretaria primera de la Mesa del Senado; y senadora, de nuevo, en las elecciones generales de 2011, pasando a ser secretaria tercera de la Mesa del Senado. Entre 2004 y 2008, fue presidenta de la Comisión de Control de Televisión Española en el Congreso de los Diputados, y presidenta de la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de Igualdad de Oportunidades.
En estos datos señalados, hay que destacar el hecho de que, más allá de los mismos, pero desde ellos muchas veces, Carmen Alborch ayudó a reconstruir, con la alegría y la libertad como actitudes irrenunciables, la democracia que la Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura franquista (1939-1975) le arrebataron a España. Así, desde los años 70, forma parte, activándolas e incluso siendo fundadora, de asociaciones de mujeres pioneras en la lucha por la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, el divorcio o la despenalización del adulterio femenino, con el riesgo que suponía toda lucha, y más la lucha de las mujeres. Pero podía más el convencimiento de que tales reivindicaciones traerían el avance social capaz de cambiar la deriva de la sociedad española, al exigir la elección de una vida propia independiente de la norma dictada para las mujeres sin las mujeres. Como señala Amelia Valcárcel, tan próxima a Carmen Alborch, una comunidad existe y se conserva solo cuando sus mujeres respetan las reglas. Por eso, la lucha por la igualdad preparó, de un modo que ya nadie es capaz de poner en cuestión, las circunstancias sobre las cuales, con una celeridad digna de encomio, se consensuaron los principios sobre los que iba a retornar la democracia a España tras la muerte del dictador.
Además, los valores cívicos republicanos, actualizados en la Constitución española de 1978 y el periodo conocido como “La Transición”, tenían que volver a formar parte, de hecho y de derecho, del mejor relato europeo y mundial. Ese relato simbólico solo podía cobrar vida y consolidarse mediante la cultura, como configuradora de un espacio de lo común donde aceptar las luces y las sombras de la historia, pensadas por y para la sociedad que preparaba el país moderno y respetuoso que merecía. Es ahí donde debe inscribirse la mejor contribución de la vida y la obra de Carmen Alborch.
No podemos dejar de señalar, como ejemplo sintético de todo lo anterior, que siendo socia de honor de “Clásicas y Modernas, Asociación para la Igualdad de género en la Cultura” uno de sus últimos actos públicos estuvo vinculado a la misma: el Día de las Escritoras, celebrado el 15 de octubre de 2018. Era en Valencia, donde unos días antes, el 9 de octubre, cuando recibía la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana, reiteraba su convencimiento de que había que luchar, hasta el último instante, por un mundo mejor, lo que ella hacía desde el feminismo para el que pidió la consideración de patrimonio inmaterial de la humanidad.
Imprimió a la acción política un cariz de afable sororidad tal y como le exigían su honestidad y convencimiento feministas. Porque, inscrita en la genealogía de la tradición más creativa y reflexiva de la cultura española y europea, Carmen Alborch entendió y practicó el feminismo como una teoría política. Afirmaba que trabajar por la igualdad de género era estar haciéndolo por los derechos humanos en su totalidad, y que cada logro al respecto repercutía en la humanidad entera. Lo suscribió en todas y cada una de sus obras, en los artículos de opinión en prensa, en las entrevistas que concedió y en sus múltiples apariciones públicas, abordando el tema desde la peculiaridad de la situación individual que, al compartirse, halla la “habitación propia” de cada mujer, desenmascarando tópicos y estructuras impuestas que niegan a las mujeres como sujetos al heterodesignarlas.