El arte de Lucía Carballal
Publicado originalmente por El País el 15/11/17.
Me gusta que Lucía Carballal utilice, para hablar de su teatro, el término “falsa comedia”. Me gusta la imprevisibilidad tonal, el ritmazo del estilo. Me hace pensar en aquello que decía Mihura: “El arte de dar liebre por gato”. Sentí el sabor del cóctel Mihura (humor y melancolía) cuando Robin Rose, uno de los mejores personajes de Carballal, suelta esta declaración de principios: “Yo es que hago el drama en pijama”. Pensé también en la sorna angustiada de las novelas de Marta Sanz. Y en Better Things, la serie de Pamela Adlon, cuyo lema podría ser “no es fácil querer ni quererse”.
Los protagonistas de Una vida americana son una familia del madrileño barrio de Tetuán varada en una vieja caravana, en un bosque cercano al lago Crow Wing, en Minnesota, la mañana del 4 de julio, buscando al padre perdido. Perdidos en Minnesota podría ser un buen título para una serie basada en la obra. ¿Una familia “rara” o, como se dice ahora, “disfuncional”? Lo que es rara es la vida. Y muy, muy disfuncional.
Como ya es público el reparto, me ha sido imposible escuchar a esos personajes y no ver a Cristina Marcos (Paloma), Esther Isla (Linda), Vicky Luengo (Robin Rose) y César Camino (Levi). En el papel de Warren Clarkson, el padre perdido, veía a Harry Dean Stanton, pero no va a poder ser: creo que anda por París, Texas.
La obra se verá en el Teatro Galileo a partir del 25 de enero. Dirige Víctor Sánchez Rodríguez, que ya firmó, con poderío, Los temporales.
Aún no se sabe cuándo llegará La resistencia, que Carballal ha escrito becada por el Pavón Kamikaze (con Antonio Rojano por Supernova en la misma tongada), pero no creo que tarde demasiado: Israel Elejalde quiere ponerla en escena. Mónica y David, una pareja de escritores “de una cierta edad”, hablan, de madrugada, en un restaurante a puerta cerrada. Hablan de una relación hecha de amor y admiración, aunque no en iguales dosis. Y hablan, sobre todo, de su trabajo, de su arte. Y de la condena de vivir en un mundo donde se confunde valor y precio. O donde, como dicen en Hollywood, vales lo que tu última entrega. La resistencia es de lo mejor que he leído sobre la escritura y sobre la vida literaria, esas dos luchas antípodas. Y es apasionante, porque los personajes hablan desde la pasión.