Lourdes Lucía: “Las mujeres no hemos de tener miedo a perder nuestra identidad”
Nuestra habitación de invitadas siempre está lista para recibir a voces referentes del feminismo. Desde Clásicas y Modernas prometemos esforzarnos por ser buenas anfitrionas. Mira quién se ha hospedado recientemente: Lourdes Lucía (@LourdesLucia10). Nacida en Sáhara. Licenciada en Derecho. Editora durante más de 30 años. Cofundadora de ATTAC España (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana). Conocida defensora de los derechos humanos en general y de la igualdad en particular. Actual encargada de la tesorería de esta asociación.
Cuentas con una dilatada trayectoria como activista por los derechos humanos. ¿Cuáles son los principales aprendizajes que extraes de tantos años de militancia? ¿Guardas también alguna frustración?
Desde que era pequeña mi madre nos enseñó en casa a no ser indiferentes ante el dolor y la miseria ajenos. Eso crea empatía con la gente que te rodea y te permite no estar ciega ante lo que ocurre a tu alrededor. La Declaración Universal de los Derechos Humanos se establece después de la Segunda Guerra Mundial, que dejó millones de muertos, destrucción, humillaciones y miseria. La mayoría de los países ha firmado esta declaración, pero lamentablemente para muchos de ellos es papel mojado. Y, así, vemos que no siempre se respeta la dignidad de las personas y el derecho de todas y cada una a tener una vida digna: vivienda, educación, sanidad, cultura… Y, por supuesto, a ejercer libremente su libertad de pensar, expresarse, moverse o reunirse libremente. Sin olvidar los derechos de todos los seres vivos y la necesidad de respetar el medio ambiente y el planeta. Lo que me ha proporcionado defender los derechos humanos es, primero, sentirme bien conmigo misma y ver que también nuestras luchas surten efecto a veces y evitan injusticias. Lógicamente, también siento frustración porque queda demasiado por hacer. Cada vez que veo a una mujer maltratada, a un ser humano pisoteado o humillado, lo que, lamentablemente, ocurre con mucha frecuencia, siento rabia e indignación. Y, también, cierta frustración por no poder ser más eficaz.
Estuviste muy implicada tanto en el nacimiento como en el desarrollo del 15M. En tu opinión, ¿qué ha quedado del movimiento? Ahora que puedes tomar perspectiva, ¿qué se podría haber hecho de otra manera?
Sí, me impliqué de forma muy activa en el 15M, como hicieron miles de personas. No soy nada especial en eso. Participé en la manifestación del 15 de mayo de 2011 y en la Puerta del Sol leí el comunicado que envió José Luis Sampedro. Luego vino la acampada y, después, las asambleas en los distritos, así como la ocupación de las plazas como espacios de debate y comunicación. Fue una movilización muy horizontal, con una importante participación de gente joven. Era un momento de recortes muy perjudiciales para el bienestar de la mayoría social y la juventud tenía por delante una vida precaria, llena de incertidumbre y sin un futuro claro. Fue un soplo de aire fresco que sirvió para cambiar algunas cosas. Hubo mucha espontaneidad y mucha sinceridad. No había nadie ni nada que teledirigiera el 15M. También fue un clamor contra la quiebra moral de una sociedad asfixiada en su hipocresía y en su corrupción. No olvidemos esto, porque volvemos a vivir tiempos en los que el cinismo, la falsedad y la impostura siguen vigentes. Lo estamos viendo, por ejemplo, en el discurso dominante transmitido por la mayoría de los partidos y medios sobre la Casa Real y los escándalos del anterior Jefe del Estado. Algo bochornoso. Por lo que estoy detectando, esta indignación está volviendo a calar entre mucha gente. Aprendí mucho durante el 15M, también del movimiento feminista y de la importancia de la lucha de las mujeres en la que se implicaron muchas jóvenes. Ha sido una experiencia inolvidable. Del 15M han quedado muchas cosas, entre otras, que hay que respetar todas las ideas (democráticas, por supuesto). Ya no gobiernan sólo dos partidos que se turnen en el poder. Y aprendimos que todo es posible, que se puede cambiar las cosas.
Eres coautora de los libros «Reacciona» (2011) y «Actúa» (2012). ¿En qué hemos respondido como sociedad y en qué no desde su publicación?
Participé en estos dos libros y varios más. Me lo ofreció Rosa María Artal, una excelente periodista, una gran mujer y una intelectual realmente comprometida. Para mí es un ejemplo de valentía. La admiro y la quiero mucho. Reacciona fue un gran éxito. Se vendieron unos 90.000 ejemplares. Se publicó en abril de 2011 y en las asambleas del 15M había gente que lo llevaba. Mi capítulo se titulaba “Algo se mueve” y hablaba, precisamente, del descontento que se podía palpar y que yo pensaba que derivaría en movilizaciones importantes. El último libro que hemos publicado es de 2019: Derribar los muros. En mi capítulo, una de las cosas que menciono es, precisamente, el encumbramiento y caída de Juan Carlos I antes de conocerse el vergonzoso desenlace que estamos viviendo ahora. Estos libros, como otros muchos escritos por otras personas, sirven para que veamos la realidad desde otra perspectiva distinta de la que cuentan los medios dominantes. A veces, abren los ojos. Eso ya es un logro. Y, sobre todo, sirven, al menos así lo espero, para adquirir más instrumentos que nos permitan tener una mayor crítica a la hora de comprender el mundo en que vivimos.
Has sido directora de editoriales referentes (Debate y Clave Intelectual) durante décadas. Aprovechando que conoces de primera mano todas las facetas del libro, ¿cómo ha evolucionado la presencia de las mujeres en este sector?
En realidad, soy abogada, pero me llamaron para trabajar en Debate a mediados de los 80. Es una editorial creada por uno de mis hermanos con otro socio. Tuve mucha suerte, porque es un trabajo que me encanta y con el que he aprendido mucho. En esa época, Debate ya tenía dos colecciones muy pioneras: Biblioteca Verde, dedicada a la ecología, y Tribuna Feminista, una colección de libros sobre feminismo. Publicamos a autoras como Mary Wollstonecraft, Sheila Rowbotham, Alejandra Kollontai… Luego he sido también directora de Clave Intelectual hasta mi reciente jubilación. Una de las colecciones de nuestro catálogo es Mujeres, en la que todos los títulos han sido escritos por autoras. Pero, sobre todo, son libros que hablan de temáticas que importan mucho a las mujeres, como la maternidad, por ejemplo; o el Atlas de las mujeres en el mundo, un proyecto muy ambicioso en el que han participado 40 mujeres de España, África y América Latina. El mundo del libro, como en general toda la cultura, tiene una estructura empresarial muy diversa. No son lo mismo los grandes grupos que las pequeñas y medianas empresas, que con mucho valor han creado mujeres y hombres: editoriales, librerías, empresas culturales… La mayoría de los autores de los catálogos son hombres, como también lo son los críticos literarios y los gerentes o directores generales de las grandes editoriales. No así las editoras y las agentes literarias, entre las que hay muchas mujeres. También hay cada vez más en los trabajos de traducción, corrección o diseño gráfico. Y en los trabajos más precarios son mujeres las que ocupan la mayoría de los puestos, por ejemplo, en los servicios de limpieza. La desigualdad y la brecha salarial que sufrimos en general las mujeres no son ajenas al mundo de la cultura. Pero es verdad que se nota que hemos ido empujando y las cosas han cambiado un poco, aunque queda mucho por hacer.
Eres una de las fundadoras del movimiento ATTAC en España. ¿La transformación del sistema financiero será también feminista o no será?
Para empezar, quiero explicar que ATTAC es un movimiento internacional que nació en España hace 20 años. Existía en Francia desde el año anterior. Ignacio Ramonet, su fundador y autor de varios libros que había publicado en Debate, me comentó un día que por qué no creábamos también la asociación en España. Hablé con un compañero y desde Le monde diplomatique edición española hicimos un llamamiento y convocamos una asamblea en el Ateneo de Madrid. Vino mucha gente. El salón de actos estaba a rebosar con más de 300 personas. Y ahí empezó. ATTAC está presente ahora en más de 35 países y en cuatro continentes. Denunciamos que la economía especulativa financiera ha convertido al mundo en un gran casino. Todas las personas tenemos obligaciones fiscales, porque pagar impuestos, contribuir a que haya recursos para las necesidades fundamentales de una sociedad, es una de las bases de la democracia. Pero vemos que cada segundo se realizan billones de transacciones en todo el mundo y estas operaciones no están sujetas a ningún control ni regulación. No pagan ningún tributo. Es totalmente injusto y perjudica gravemente a la mayoría social. Además, esto ha favorecido el crecimiento de una economía especulativa, muy opaca, que como vimos hace unos años provocó una grave crisis mundial. Y, como hemos visto ahora durante el confinamiento provocado por el covid-19, es una economía que va al margen de lo que pasa en la sociedad. Han cerrado fábricas, industrias, empresas… La economía real, pero las operaciones en las bolsas han seguido funcionando. Por todo esto, pedimos que se establezca un Impuesto a las Transacciones Financieras, que serviría para recaudar, pero también para frenar la especulación. Queremos que haya una Justicia Fiscal Global, que Hacienda no se cebe con las personas más débiles. Observamos que controla mucho a quienes trabajan como autónomos y sobreviven como pueden. Sin embargo, no combate con eficacia el gran fraude y la elusión fiscal. Hay que acabar con los paraísos fiscales, también con los privilegios fiscales de los que gozan las grandes empresas y fortunas, implantar unos servicios públicos fuertes y la renta básica universal. Todo esto favorece a la mayoría social. Un sistema económico y financiero justo nos favorece, sin duda, a las mujeres y, también, a la cultura. En ATTAC hemos notado la lucha feminista, porque cada vez hay más mujeres en la asociación. Y también peleamos mucho para que haya un lenguaje inclusivo. Estamos avanzando en ello.
Adentrándonos más de lleno en el feminismo, ¿qué opinas del momento actual? ¿Hablamos de diferencias insalvables o de una diversidad enriquecedora? ¿Participamos en debates necesarios o estamos perdiendo el foco?
En la última década el movimiento feminista ha tenido un auge impresionante en todo el mundo. Hemos dado pasos muy importantes. La gente joven vive en una sociedad muy distinta a la que yo conocí en mi juventud. Con el gobierno de Rodríguez Zapatero dimos pasos muy importantes en España. Y hoy tenemos una ministra de igualdad y leyes que miran por las mujeres. Hemos dado pasos, aunque seguimos viviendo en un sistema patriarcal y no podemos parar nuestra lucha. Miro hacia atrás y veo cómo han cambiado las cosas y veo que la vida es cambio, movimiento, evolución. Las mujeres somos la mitad de la población, una mitad que históricamente ha estado y que sigue estando sometida, así como ha sido y sigue siendo discriminada y humillada por la otra mitad. Dentro del feminismo, lógicamente, hay pluralidad de ideas, hay diversidad y diferencias. Eso es normal. Personalmente, huyo del pensamiento único. Creo que hay que escuchar todas las opiniones. Pero, lamentablemente, creo que hay bastante crispación en este momento en el debate sobre género y sexo. Un debate que también existe dentro de CyM. Con respecto a este tema, estoy de acuerdo con lo que se expresa en la Ley Integral para la No Discriminación por Motivos de Identidad de Género y Reconocimiento de los Derechos de las Personas Transexuales aprobada en Andalucía (8-07-2014) y, también, con la que se aprobó en Madrid el 29-03-2016, que dice prácticamente lo mismo:
“La definición del sexo-género de una persona va mucho más allá de la apreciación visual de sus órganos genitales externos en el momento del nacimiento y no es un concepto puramente biológico, sino, sobre todo, psicosocial –como estableció el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Sentencias de la Gran Sala de 11 de julio de 2002, en los casos Christine Goodwin contra el Reino Unido e I. contra el Reino Unido–.
En la persona imperan las características psicológicas que configuran su forma de ser y se ha de otorgar soberanía a la voluntad humana sobre cualquier otra consideración física. La libre autodeterminación del género de cada persona ha de ser afirmada como un derecho humano fundamental.
El concepto de identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente profundamente, incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras como la vestimenta, el modo de hablar y los modales. La identidad de género está generalmente acompañada del deseo de vivir y recibir aceptación como miembro de dicho género e incluso del deseo invencible de modificar, mediante métodos hormonales, quirúrgicos o de otra índole, el propio cuerpo, para hacerlo lo más congruente posible con el sexo-género sentido como propio”
Creo que el debate es necesario y que debe ser muy respetuoso. Las mujeres no hemos de tener miedo a perder nuestra identidad y tenemos que ser conscientes de que somos las más capacitadas para reconocer y garantizar los derechos de las personas transexuales, que “la libre autodeterminación del género de cada persona ha de ser afirmada como un derecho humano fundamental”. Confío en que no perdamos el foco y seamos capaces de avanzar también en este terreno, como hemos hecho hasta ahora.
Recientemente, has sido ratificada en asamblea general como tesorera de Clásicas y Modernas. ¿Qué significa este cargo para ti?
Creo que no hay cargos, sino responsabilidades. Conocí la asociación hace tres años a través de Laura Freixas, que me invitó a asociarme. He trabajado en el departamento de tesorería con la anterior tesorera hasta que la última asamblea me ha encargado esta responsabilidad. CyM es una asociación sin ánimo de lucro. Trabajamos de forma voluntaria y desinteresada. De hecho, muchas compañeras han venido costeando de sus bolsillos los viajes a las reuniones de la Junta Directiva. Tenemos gastos y no queremos depender de nadie. Por ello, las cuotas y aportaciones de las personas asociadas son la base fundamental de nuestros recursos. Disponemos de una pequeña oficina central que nos ha cedido el Instituto de la Mujer. Y hay una compañera en la Secretaría Técnica que tiene un contrato laboral. También tenemos unos gastos fijos. Todo esto se paga con los ingresos de las cuotas. Pero, además, hacemos muchas actividades. Para ello, pedimos ayudas cuando se convocan: al Fomento a la Lectura, al INAEM, etcétera. Así, hemos podido poner en marcha muchos proyectos. Por ejemplo, las Bibliotecas en Igualdad en todas las comunidades autónomas o los Encuentros de Creadoras en las Artes Escénicas que se celebran anualmente en Mérida y tienen alcance internacional. Creo que, lamentablemente, hay extendida una idea de que la cultura “es gratuita”. Esto es terrible. Es un desprecio muy grande al trabajo de las y los profesionales de la cultura. En CyM pensamos que todos los trabajos que encargamos (ponencias, conferencias, interpretaciones, lecturas, etcétera) merecen ser remunerados. Y, para ello, tratamos de obtener recursos. Ese es mi trabajo.
Siguiendo con CyM, ¿cómo valorarías los últimos años de la asociación? ¿Cuáles son los principales retos que afrontamos en materia de igualdad en el ámbito cultural?
CyM cumplió 10 años en 2019. Yo he vivido de cerca sobre todo los tres últimos. La labor que se realiza es impresionante. He aprendido mucho de compañeras que tienen una experiencia y un bagaje intelectual y profesional extraordinarios. Hay profesoras, escritoras, periodistas, músicas, guionistas, gestoras culturales, dramaturgas, actrices, sastras (teatro)… Y no dejan pasar una. Siempre hay una denuncia contra el machismo que también impera en la cultura. Utilizo el femenino plural porque somos una mayoría de mujeres, pero también hay compañeros muy valiosos. El confinamiento no nos ha parado y hemos realizado varios debates virtuales sobre lenguaje machista, el lugar de las mujeres en la prensa, en las series de televisión, la maternidad… Además, también somos cuidadoras y tenemos la necesidad de poder conciliar como el resto de las mujeres. Esa dificultad de conciliar ha quedado muy patente durante el confinamiento. Es un tema en el que insistiremos.
Por último, ¿qué mensaje te gustaría dejar para la próxima generación de mujeres como legado? Me gusta mucho lo que dice Anna Caballé: “Mi sueño sería ver cómo el feminismo redefine los constructos intelectuales y morales en beneficio de un mundo más razonable”. A mi hija y a todas las mujeres que tienen todo el futuro por delante les diría que no olviden lo que hemos hecho quienes las hemos precedido, que valoren los grandes logros que hemos conseguido. Y, sobre todo, que no se trata de construir una sociedad en la que las mujeres hagamos lo mismo que los hombres han hecho contra nosotras. No queremos un “patriarcado” femenino. Queremos construir una sociedad en la que haya respeto, igualdad y justicia para las mujeres y todos los seres humanos, para todos los seres vivos y para el conjunto del planeta. Podemos hacerlo.