La mujer molesta: feminismos postgénero y transidentidad sexual
El último ensayo de la filósofa y escritora Rosa María Rodríguez Magda, La mujer molesta: feminismos postgénero y transidentidad sexual, ha sido presentado recientemente en su ciudad natal, Valencia. Concretamente, en la Biblioteca de la Dona, un espacio de referencia para las autoras. El acto contó con la participación de su editora, María Sánchez de la editorial Ménades, así como de nuestra secretaria general Marina Gilabert; quien compartió la siguiente reflexión en torno a esta obra:
Nos quejamos de la invisibilidad de las mujeres, nos alarmamos con expresiones machistas, como la Vox, que hacen retroceder el feminismo, somos beligerantes contra las sentencias como ahora la de «la manada» porque no nos satisface plenamente y pedimos que se cambie el Código Penal, levantamos pancartas como «No queremos venganza sino Igualdad», queremos la abolición de la prostitución, de la pornografía y de la trata, Queremos, sobre todo, no levantarnos cada día con un nuevo asesinato de una mujer, de una niña. Hoy mismo se ha publicado en un periódico valenciano el manifiesto reivindicativo de la paridad política, firmado por un gran número de asociaciones feministas, dado que una vez más, no se cumple la ley de igualdad entre hombres y mujeres.
Me preguntaba si: ¿somos conscientes, reflexionamos sobre lo que no hemos hecho? ¿Hasta qué punto hemos conseguido cambiar o, al menos, desestabilizar el canon? ¿En qué medida hacemos un replanteamiento crítico y autorreflexivo de nuestras propias herramientas metodológicas que debería ser inherente a todo conocimiento feminista? ¿Qué significa hoy «No se nace mujer, se llega a serlo»? ¿Nos damos cuenta de que la diversidad es una trampa que oculta a las mujeres? Nos preocupa el lenguaje, que llamamos inclusivo, pero ¿acaso las expresiones y vocablos «Inclusivo», «violencia de género», «perspectiva de género» «personas gestantes» «atender a la diversidad de género»…. no acaban traicionando a las mujeres?
Creo que nuestro caballo de Troya está dentro del feminismo, Pienso que imperceptiblemente y por nuestra tendencia a la empatía estamos concelebrando el verdadero asesinato simbólico de la mujer.
Así es, efectivamente. El feminismo debe realizar una profunda reflexión teórica y revisión de las estrategias y conceptos que nos han sido útiles para vertebrarnos y avanzar, pero que ahora pueden convertirse en trampas excluyentes del sujeto político “nosotras las mujeres”.
Por eso en la introducción de La mujer molesta, Rosa María dice “reivindico esa mujer molesta, como colectivo necesario del feminismo, no tenemos otro objetivo que seguir siendo molestas para todas las estrategias de borrado, las que nos difuminan entre géneros fluidos y las que pretenden recluirnos en una abnegada complementariedad.”
La reflexión teórica es necesaria porque en el feminismo, todo no es ni mucho menos aceptable, si bien se negó a la reducción esencialista dese el principio, tampoco ha aceptado que «biología sea destino” – término usado para la exclusión de las mujeres del ejercicio de sus derechos educativos, civiles y políticos en las sociedades abiertas-.
Ahora ocurre que, en y con la globalización, las transformaciones socioeconómicas propias del neoliberalismo impelen a nuevos deseos, expectativas y experiencias para movilizar a las mujeres.
Deja de hablarse de ‘la’ mujer como sujeto político, quedando subsumida dentro de la diversidad. Empieza a entenderse que la identidad siempre es múltiple, contradictoria y atravesada por diferentes relaciones de poder. Entra en crisis la identidad femenina como categoría única.
Así las cosas, las trampas o enemigos del feminismo llevan a la autora al análisis desde dentro del feminismo poniendo en su punto de mira:
- Los movimientos ultraconservadores y eso que denominan, «la ideología de género»
- El multiculturalismo que no cuestiona el oxímoron “feminismo islámico”
- El neoliberalismo sexual que pretende presentar la prostitución, los vientres de alquiler, la pornografía como empoderamiento.
- La trivialización mediática que convierte al feminismo en moda.
Esa crisis va a tener dos caras, una positiva y otra negativa. La positiva:porque procede reformular los valores ilustrados de emancipación, como ideales regulativos revisados, los conceptos de Sujeto, Justicia, Libertad, Democracia… Porque es preciso comprender que el radicalismo de la diversidad, la hiperdisgregación postmoderna llevan en su seno un reactivo repliegue identitario, y que, por otro lado, generan una reacción premoderna de los sectores más ultramontanos. La negativa:todo esto significa una pérdida. Sufrimos un “feminismo emocional despolitizado”, como diría Alicia Miyares. Y no habrá tampoco una única voz, sino múltiples. El desafío será cómo componerse entre diferentes.
Pues bien, Rosa María, en La mujer molesta, como buena maestra, nos lleva una vez más, a una revisión crítica y actual del feminismo, Analiza el desarrollo de conceptos como identidad, género, modelo trans, transidentidad, diversidad, y sus utilizaciones regresivas.
“Toda observación está cargada de teoría”; la reflexión teórica nos facilita la percepción de la realidad y, el feminismo como crítica filosófica asume así una dimensión epistemológica.
El rigor y sistematicidad expositiva de la obra, el ensayo La mujer molesta, nos ayuda a aprender a observar, ver detalles de la realidad que antes no veíamos pues carecíamos de la carga teórica suficiente o ésta estaba dispersa.
Nos permite entrar a través de sus 16 capítulos, en todos los tentáculos de la evolución sexo-género, identidad, lo trans, la diversidad y revisar los conceptos, sus excesos, las implicaciones para el feminismo y sus trampas. Todo ello en el marco, de una sociedad globalizada y con las formulaciones reivindicativas del ciclo que hemos venido en llamar la 3º ola del feminismo y lo que apunta de la 4º ola.
Aborda cada capítulo con rigor metodológico que yo llamo “análisis empírico recolectivo trimembre” Cada capítulo empieza con una síntesis de los conceptos desarrollados en el capítulo anterior y un repaso de la teoría feminista sobre cada nuevo concepto que introduce. Así, por ejemplo, en el capítulo 5º resume cómo se ha gestado el concepto de género y avanza en lo que el feminismo ha entendido como identidad y centra el análisis en la relación entre el feminismo y el género. (Feminismo de la igualdad: liberarse del género, Feminismo de la diferencia: reencontrarse por debajo del género, queer, transfeminismo: jugar con el género). Y así, sucesivamente en todos los capítulos.
Demostrado que el concepto de género es un “concepto valija”, “una maleta” en la que todo cabe, así aceptamos contenidos diversos no de un modo suficientemente consciente. ¿Qué queremos decir cuando decimos género?, ¿hasta dónde podemos deshacerlo?, ¿qué nos identifica?, ¿el género nos representa?, ¿es posible ser otra cosa de lo que nos habían dicho que debíamos ser?, ¿somos una identidad más de género?, ¿el género determina el sexo?
No se trata de condenar, sino de conocer. Pero no solo de conocer, sino de desenmascarar las trampas que nos excluyen como grupo social de todas las esferas de realización social.
¿Dónde esconden –excluyen- las mujeres como sujeto político? En los conceptos identidad y diversidad; lo que sentimos, está anulando la idea de igualdad política y se utilizan como sustitutos de igualdad. Y lo más banal es que son conceptos intercambiables.
Veamos algunos conceptos:
El género era una categoría analítica y se ha convertido en una categoría de identidad. El activismo de género no es feminismo y habrá que desvelarlo o denunciarlo, porque articula una agenda que va en contra de la agenda feminista.
Hablamos de “igualdad de género” ¿de qué género me pregunto? Porque ahora, por un deslizamiento semántico significa relación de igual a igual: mujer, LGTBIQ CIS+
La autora también cita “perspectiva de género” que significaba perspectiva feminista, con todas las acciones para superar la invisibilidad de las mujeres restañar la injusticia de su relegación en los saberes, en el arte, en la ciencia o en conocimiento, en los concursos públicos, en las oposiciones o en las normas administrativas, hoy significa inclusión de la diversidad sexual.
Me viene a la cabeza “Conselleria de igualdad y políticas inclusivas” ¿De qué igualdad hablamos? ¿“De igualdad y diversidad” es lo mismo que “De igualdad de género”?
La desigualdad entre hombre y mujer es estructural ha impregnado la sociedad, y no es una discriminación, ni una diversidad electiva más.
Luce Irigaray ante la pregunta ¿a qué o a quién desean igualarse las mujeres? Sugiere ¿por qué no a sí mismas?
Tenemos la madeja muy liada.
“Violencia de género” deberíamos decir “violencia machista” que es más real y no tan vaga. Incluso cuando hablamos del “Pacte contra la violencia de génere i masclista” estamos asumiendo que “masclista” no está dentro del concepto de “género”. Pero de lo que trata, de momento, es de la violencia contra las mujeres por el hecho de serlo. Alicia Miyares a esto lo llama (y a la vez alerta en contra) “feminismo copulativos” i, e, ni, que… Veamos algunos.
Como si el género fuera un machismo diverso y blando y el machismo, contundente.
Esto nos ocurre, por que aceptamos los términos sin reflexionar sobre los conceptos, sin protestar eso que llamamos “lo políticamente correcto” pero no se corresponde a la realidad. Amelia Valcárcel dice que hay una excesiva anuencia de las mujeres. Alicia Miyares dirá que hay demasiada empatía por parte de las mujeres.
Pero lo que ciertamente ocurre es que así las mujeres quedan reducidas a ser una más de la diversidad sexual.
El feminismo, no el género, siempre realiza una mirada crítica para desvelar el sesgo androcéntrico de los pretendidos itinerarios universales y la legitimación de la exclusión o minusvaloración de las mujeres.
Y llega, Yudit Batler y dice en “El género en disputa” el patriarcado no existe. Entonces ¿qué ocurre cuando todas las mujeres nos reconocemos en esta opresión?, cuando es la institucionalización del dominio de los hombres sobre las mujeres, Rosa Maria nos propone el término fratriarcado porque es un sistema, vinculado al sexo de los hombres, donde pactan entre ellos el poder, adquieren privilegios, compiten entre sí y ejercen la cosificación y violencia contra las mujeres. Me vienen a la cabeza las despedidas de soltero, los amigos conducen al novio al prostíbulo donde probar su virilidad o perder su virginidad. O el caso de “la manada” no sólo había que violarla sino además grabar y difundir el video. La Fratría también es esa conjura de hombres para que no haya mujeres en el poder, para que los premios sean mayoritariamente para hombres, o que las denuncias de violaciones son mentira, son falsas, y también es fratriarcado las defensas que hacen las mujeres de los pactos entre varones asumiendo ese: “no había mujeres” (véase nos nombramientos del INAEM de los puestos de más alta responsabilidad a favor de los hombres)
No hay, ni existe un sistema de poder que curse sin violencia implícita. Y su finalidad es la obediencia. Los hombres “muy machos” y las mujeres “muy mujeres” es decir, un sistema social de poder basado en el sexo.
Es urgente analizar la manera en que se vertebran hoy día las redes fratriarcales, cómo legitiman de una forma suave o brutal la desigualdad, y ejercen una presión, no solo sobre las mujeres, sino sobre todas las identidades sexuales LGTBIQ y los propios varones heterosexuales, y cómo incluso penetran y se reproducen en los excluidos de esas redes.
En el capítulo 7, recapitula de nuevo: la querencia hacia el género resulta bien diversa, pues no es lo mismo intentar superarlo, como se pretende desde los feminismos de la igualdad, que prescindir de él para profundizar en la diferencia sexual (feminismos de la diferencia), o jugar con él, desde una postura post-identitaria (queer, transfeminismo), pero amplificando sus potencialidades hasta convertir el propio cuerpo en género, para continuar con el análisis del postgénero: el género como negativo.
Cito textualmente: Un mundo en el que los géneros no tuvieran importancia sería aquel en el que nos liberáramos de los dictados de la biología como causa de nuestra opresión principal (…) la esperanza de que la revolución tecnológica liberara a la mujer.
La forma más radical de este feminismo postgénero es la tecnología como puerta abierta a la liberación (…) la crítica a la sociedad capitalista y tecnificada que producía seres unidimensionales y alienados se compensaba, por un lado, con la vuelta utópica a la naturaleza, y, por otro, con la esperanza de que el desarrollo tecnológico nos liberara del trabajo y condujera a una sociedad del ocio.
Hoy podemos observar cómo el desarrollo de las tecnologías reproductivas, lejos de liberar a las mujeres, las convierten en objetos medicalizados, fragmentan la maternidad, mercantilizan sus úteros. Sus cuerpos, sus óvulos, sus vientres son objeto de transacciones financieras.
Cap. 8. La identidad, y con ella la identidad sexual, ha sufrido un proceso de desintegración, de fluidificación, de desmaterialización Hace tiempo que el lugar de nacimiento, el sexo, la clase social…, o hijo de, padre de, cristiano eran criterios de pertenencia e identidad que fijaban quiénes eran y quiénes podrían llegar a ser.
La era postmoderna ha desintegrado esas instancias comunitarias. La globalización difumina las fronteras; las leyes del mercado promueven la libre circulación de mercancías, personas, información…; el trabajo se deslocaliza y se precariza; la educación promueve habilidades y transfiere a la red lo que antes eran conocimientos memorizados y asimilados; la misma noción de conocimiento es sustituida por la de información.
No existe reflexión, sino exposición de nosotros mismos: cada momento de soledad, en el transporte público, mientras hacemos una cola, es aprovechado compulsivamente para consultar el móvil, ver los mensajes del WhatsApp…, existir ante otros de acuerdo con sus expectativas.
Nos dice la autora: tras la cohesión emotiva, todo vuelve a la normalidad, el grupo se disuelve, como espectadores que recogieran sus abrigos del guardarropa tras el espectáculo concluido.
Rosa Maria, en esta obrapara situar el cambio de paradigma, una nueva clasificación de la época, retoma la teoría de Transmodernidad que acuñó de hace años – desde 1989:La sonrisa de Saturno, Hacia una teoría transmoderna, Transmodernidad (2004) La condición transmoderna (2014) y aquí en La Mujer Molesta, en el capítulo 10. Transmodernidad, nos habla de un nuevo modelo teórico: el trans(capítulos 11. Transidentidad sexual, cap.12 Los excesos del género,) y finaliza la exposición (capítulos 13, 14, 15 y 16) con la reflexión sobre las leyes que recogen la lucha por la emancipación y la inmensa tarea de que esasleyes se plasmen realmente en la sociedad, por otra parte, las leyes que se han aprobado en muchos países se presentan como progresistas y, sin embargo tienen muchos aspectos reaccionarios y perpetúan un mensaje sexista y patriarcal, reactivan los estereotipos, el pensamiento binario y contribuyen a ocultar las relaciones de poder entre los sexos…, con implicaciones para el feminismo deconstrucción del sujeto-mujeres.
Identidad y Diversidad, cómo el derecho al deseo posterga las cuestiones materiales de injusticia social que sufren las mujeres, cómo minimizar el cuerpo de las mujeres, culpabilizarlo por lo que aún posee de natural, sustituirlo por un voluntario artificio biotecnológico, es borrarlo de nuevo, es la violencia simbólica más radical, es: continuar la secular misoginia del patriarcado.
Cómo la tecnología domina a la mujer y a la maternidad. La confusión del deseo y del derecho, la no resolución de la desigualdad entre los sexos, la prevalencia de una falaz visión de la libertad, y la mercantilización de todos los ámbitos de la actividad humana, nos ha llevado al problema de los vientres dealquiler, en una nueva dimensión de la sempiterna comercialización del cuerpo de las mujeres. Y luego está el mantra de la diversidad por el que nos sentimos políticamente correctos, avanzados, solidarios.
La desigualdad se transmuta en diferencia, por lo cual la solución propuesta ya no es la lucha contra la injusticia, sino el reconocimiento de esa diferencia. Ideales como la diversidad y el “empoderamiento”, que en principio podrían servir a diferentes propósitos, ahora dan lustre a políticas que han resultado devastadoras para las vidas de lo que otrora era la clase media. Debemos, desde la autocrítica, analizar hasta qué punto los excesos de la apología de lo diverso, desde el elitismo intelectual, el buenismo, el abandono de las políticas redistributivas, han propiciado esta reacción, o “cómo la diversidad simbólica bajo el neoliberalismo, operando en el mercado de la diversidad, engendra un contrarrelato terrorífico”
Cierta izquierda cultural no entiende que la “diversidad” puede implicar desigualdad e individualismo, esto es, la coartada para hacer éticamente aceptable un injusto sistema de oportunidades y fomentar la ideología que nos deja solos ante la estructura económica, apartándonos de la acción colectiva.
Inclusividad, interseccionalidad o transversalidad son los criterios que oímos hasta la saturación, fórmulas muchas veces vacías cuando no rutinarias e ineficaces. Existe una pulsión por lo abstracto bienintencionado. Una visión ontológica de la realidad que nos presenta ésta como un todo conectado, fluido, reticular, ajeno a elementos substanciales y delimitaciones precisas.
El modelo postmoderno-transmoderno se ha configurado consciente e inconscientemente como verdad de la época y se plasma en todos los ámbitos.
Las nociones como identidad, género, la apropiación de la biotecnología, las alianzas con otros colectivos, y por supuesto, la diversidad, deben ser revisadas, reconducidas a la justa medida en que sirvan a los retos de igualdad y la emancipación de las mujeres.