La Igualdad a escena: “¿Es una quimera la igualdad de Hombres y Mujeres en las Artes?”
Me he criado en el mundo del teatro, mis padres tienen una compañía y desde que tengo memoria he estado en contacto con actores y actrices de todas las edades. En la actualidad el teatro es la principal línea de investigación que sigo. Quería empezar con eso porque en los últimos meses me he estrellado contra una dimensión del mundo del teatro que desconocía casi por completo y sé que puede ocurrirle lo mismo a mucha gente a pesar de conocer de cerca el sector. El tema de la desigualdad es casi un murmullo lejano que resuena en conversaciones del mundo del teatro pero nunca llega a materializarse en algo concreto.
El área de la producción cultural en general es considerada un campo de progresismo ideológico en el que palabras como “desigualdad” no cuadran con el imaginario colectivo de los trabajadores. Casi se considera que la paridad en el sector es un proceso natural e inevitable que no es tan necesario incentivar. Esto se debe a que, en la práctica, las dinámicas de desigualdad están completamente invisibilizadas. Hay que admitir que la mayoría es consciente de la escasez de papeles femeninos, ya que las obras clásicas simplemente tienen más papeles para hombres y esta dinámica se continúa desarrollando en el teatro contemporáneo; sin embargo, muy poca gente se plantea hasta qué punto la desigualdad se encuentra instalada en el seno de las artes escénicas. El pasado febrero pude asistir al Encuentro Internacional “¿Es una quimera la igualdad hombres mujeres en las artes?” organizado por la Asociación madrileña de Clásicas y Modernas, la Fundación SGAE y CIMA, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales. Allí se debatió durante tres días sobre la igualdad en el sector y creo que resulta crucial amplificar las principales conclusiones a las que se llegó.
Antes que nada, es importante tener en cuenta que hay una serie de datos estadísticos que reflejan claramente la situación de desigualdad en el mundo del teatro y del cine. En una investigación desarrollada por el Colectivo IOE en 2011 se podía observar que el 68% de los actores y actrices tienen menos de 45 años de edad pero el perfil de edad de las mujeres es más joven que el de los hombres, ya que el 73% tiene menos de 50 años frente al 64% de los varones. En otro estudio realizado por Clásicas y Modernas de la temporada 2013/2014 en el Centro Dramático Nacional se observa que hay una fuerte división en función del trabajo desarrollado. En ningún caso se supera el 40% de intérpretes femeninas, el 78% de directores y dramaturgos son hombres y la práctica totalidad de empelados en sastrería, vestuario y maquillaje son mujeres. En otra investigación fomentada por el Instituto Geena Davis sobre la paridad en el cine se demostró que en tareas de dirección, realización y dramaturgia las mujeres representan únicamente un 7% en el sector. Todas estas cifras resultan más impactantes cuando pensamos que en la gran mayoría de centros de formación actorales hay muchas más mujeres que hombres. Podría continuar citando estadísticas pero creo que es más importante ir más allá de los porcentajes y tratar de definir el origen del problema.
Vivimos en una sociedad patriarcal, las relaciones entre varones se basan en vínculos de interdependencia y sistemas de pactos interclasistas de solidaridad que excluyen a las mujeres del poder. En el mundo de las artes escénicas, la consecuencia directa de este modelo de sociedad es que la inestabilidad y la flexibilidad inherente al trabajo incide de forma mucho más violenta en las vidas laborales de las mujeres que en las de los hombres. Seguimos esperando que las mujeres se hagan responsables de una serie de tareas como el cuidado de la casa o la crianza de los hijos y esto implica toda una historia de curriculums partidos en los que se debe llevar una doble jornada para poder desarrollar una vida profesional. Esto, por desgracia no es ninguna novedad, sin embargo, la inestabilidad del trabajo actoral y la menor disponibilidad de puestos de trabajo para mujeres en el sector hacen que se agudice la precariedad. Profundizando más en los motivos por los que las mujeres tienen menos acceso a determinados puestos del sector hay que remontarse a la construcción simbólica de la actriz. Históricamente, en España el oficio de actriz no ha contado con un amplio respaldo social. Se han ido desarrollando dos imágenes estereotípicas de forma simultanea: por un lado, el tópico del espectáculo y la libertad y, por otro lado, la lujuria y el pecado que viene implícito en el deseo. El modelo de feminidad dominante a lo largo de la historia se ha basado en la imagen de una mujer contenida y definida por el mundo privado de la familia, en el momento en el que se adquiere autonomía al participar en una profesión remunerada en la que además se utiliza el propio cuerpo y voz como herramienta de trabajo se transgreden todos los límites tradicionales.
En este punto es importante tener en cuenta algunas de las iniciativas que se desarrollan para abordar esta problemática. A nivel institucional, aunque se impulsó en 2007 la Ley Orgánica 3/2007 estableciendo medidas concretas que permitirían desarrollar la paridad en el campo de la cultura, éstas se incumplen sistemáticamente. La única región española que ha adoptado medidas de transversalidad de genero en todas sus políticas culturales es el País Vasco. De este modo, en el encuentro se introdujeron una serie de ejemplos de buenas prácticas a nivel internacional. Un ejemplo es el impulsado por la Plataforma francesa HF, que se ocupa de asesoramiento y recomendaciones para poner en práctica medidas concretas de unidades de producción y distribución cultural adheridas permitiendo un seguimiento de las mismas por parte de expertos en género. Otro es el sistema de pedagogía teatral impulsado en academias suecas en el que se potencian ejercicios en los que se sitúa el género como un elemento central del registro actoral, permitiendo repensar y amplificar los matices existentes definiendo la masculinidad y la feminidad a la hora de afrontar la construcción de los personajes. En España, algunas entidades e instituciones también están desarrollando medidas por la igualdad, prueba de ello son el florecimiento de festivales y encuentros de mujeres del sector en los que se tiene en cuenta la perspectiva de género de forma activa, como es el festival “Ellas Crean” o el “Encuentro de Mujeres Iberoamérica en las artes escénicas”.
En definitiva, el objetivo de este artículo es dar visibilidad a una problemática que pasa desapercibida y que supone un calvario para miles de trabajadoras del mundo de la cultura. Debemos conseguir vivir en un mundo en el que cualquier persona pueda imaginarse en el puesto de trabajo que realmente le interese y luche por el mismo sin descartar opciones de antemano de forma consciente o inconsciente. Por eso, es imprescindible difundir socialmente estas ideas para que tanto mujeres como hombres las puedan interiorizar y así conseguir que la paridad se conviertan en la norma y no en la excepción.