El honor perdido de la mujer lectora
UN SONETO me manda hacer Violante: me pide Aurelio (Loureiro, director de la revista que tiene usted entre las manos) un artículo sobre las lectoras. ¡De tres folios! En mi vida me he visto en tal aprieto. Pues he estado un año investigando, rebuscando en librerías y hemerotecas y tomando apuntes a veces en las más improbables circunstancias (en plena excursión ciclista, o despertándome a media noche con una frase en la cabeza) para preparar un libro, Literatura y mujeres, que sale estos días a la venta (Ed. Destino); ¿cómo comprimiré en tres folios lo que ha dado para doscientas páginas? …A fin de no irme por los cerros de Ubeda, intentaré atarme (corto) a cuatro o cinco temas. Son estos:
1. «Las mujeres leen más», se oye constantemente. ¿Es cierto? Lo es: lo demuestran todas las encuestas, desde las del Ministerio de Cultura en 1978, 1985 y 1990, hasta las más recientes de la Sociedad General de Autores y la Fundación SM. La diferencia, en términos de tiempo dedicado a la lectura, ha sido estimada en un 20 por ciento.
2. ¿Por qué leen más? ¿Porque tienen más tiempo libre? Es lo que suele creerse; y pudo ser cierto en el pasado para algunas mujeres de clases altas. Estaban menos ocupadas que sus maridos, pero también o sobre todo, tenían menos maneras de entretenerse: no iban a cazar, ni de viaje, ni a los cafés, ni a lugares de perdición, ni hacían deporte. Pero si hablamos de las españolas de hoy, ya no es verdad que tengan más tiempo: tienen menos. Si en 1978 (año de la primera encuesta del Ministerio de Cultura) ellas y ellos tenían el mismo número de horas libres al año, en 1990, debido a la doble jornada, la cantidad de tiempo culturalmente disponible era de 956 horas anuales para ellas y 1.l00 (un 15 por ciento más) para ellos. (Burla burlando ya va un folio hecho).
3. Hipótesis de cosecha propia: las mujeres leen más porque se hallan en una encrucijada personal, la cual refleja una encrucijada histórica. El móvil primero y principal del interés femenino por la cultura es la necesidad de forjarse un modelo propio de vida de mujer: para ello necesitan entender las transformaciones de la condición femenina; y ello a su vez las empuja a adentrarse en extensiones más vastas: narrativa, historia, filosofía, ciencias sociales… ¿De qué otro modo se explica que las mujeres, hoy que pueden acceder a todas las carreras, se decanten mayoritariamente por las de Humanidades? (Las cuales, en consecuencia, cotizan a la baja. Es uno de los rasgos de lo que para simplificar llamamos el patriarcado: todo aquello que es -o se convierte en, o se ve como- propio de mujeres, se devalúa automáticamente).
4. ¿Y qué leen las mujeres? Existen libros pensados para ellas, los llamados libros de mujeres, que incluyen desde novelas hasta biografías, ensayos o recopilaciones de artículos. El fenómeno es coherente con la hipótesis que apunté más arriba: el interés delas mujeres por la lectura empieza por los libros que le hablan de su propia condición. Quiero, sin embargo, aclarar que en mi opinión (y en contra de una opinión muy extendida) el afán de leer de las mujeres empieza, sí, en los libros relativos a o protagonizados por las mujeres y lo femenino; pero no termina ahí.
REPASEMOS los datos. Sabemos que las mujeres dedican a leer un 20 por ciento más de tiempo que los hombres. Ahora bien, los llamados libros de mujeres (pienso en todos esos grandes éxitos que han sido desde Crónica del desamor de Rosa Montero en 1979, hasta Solas de Carmen Alborch el año pasado) no representan más de un 20 por ciento del mercado. (Es un cálculo personal que he hecho, a falta de estadísticas, basándome en las listas de los libros más vendidos que publica la prensa. La proporción de obras de mujeres es siempre de entre una y tres sobre diez) .Yo no sé nada de estadística, pero me parece que si las mujeres leen más que los hombres, mientras que por otro lado, los libros de mujeres, por mucho ruido que hagan, representan sólo una pequeña parte de la producción editorial, es matemáticamente imposible que las mujeres lean exclusiva o principalmente esos libros. (¡Yo pensé que no hallara consonante/ y estoy a la mitad de otro cuarteto!).
5. La mayoría de lectores son lectoras, en (casi) todos los campos y en todos los niveles culturales. Eso al menos parecen indicar los datos de los que disponemos: por una parte, las encuestas, que unánimemente señalan una mayor dedicación femenina que masculina a la lectura; por otra, los porcentajes de alumnas en las carreras humanísticas. Quiero insistir en este último dato: la mayoría de estudiantes de Letras son mujeres, de lo que cabe deducir que serán mujeres la mayoría de lectores de las colecciones de clásicos, por ejemplo. Y quiero insistir en ello porque observo la vigencia de un tópico tan insidioso como tenaz: la idea según la cual las mujeres leen mucho, sí, pero sólo literatura de segunda categoría.
6. La crítica literaria nunca alude al carácter o identidad masculinos de un autor o de sus presuntos lectores. Sí alude en cambio de vez en cuando a la condición de mujer de una escritora o de las presuntas lectoras de un libro; y cuando lo hace, es prácticamente siempre con intención peyorativa. Existe incluso todo un vocabulario para denigrar características consideradas típicamente femeninas: cursi, marujil, sensiblero, ñoño, narcisista… No existen términos equivalentes para denigrar lo masculino: los escritores varones son criticados o alabados en tanto que individuos, no en tanto que varones.
¿EJEMPLOS? Espero que Aurelio me perdone si pongo uno sacado de esta misma revista. Un crítico ensalza de este modo la novela de una mujer: «Hijas de la noche en llamas (de lrene Gracia) (…) constituye un bello soplo de aire fresco en el panorama actual de nuestra narrativa escrita por mujeres, más bien tendente en los últimos años a balancearse por igual entre cutreces y mojigaterías, o a caer en feminismos de cuño añejo o falsos intimismos propios de internados para señoritas» (LEER, núm. 101). Bonita ilustración de lo que llevamos dicho: si se elogia la obra de una mujer se la elogia como obra individual, no como obra femenina; en cambio, lo que es descrito como femenino o de mujeres es descalificado en bloque; dicho de otro modo: se da a entender que cuando una obra femenina es buena constituye una excepción a la regla según la cual lo femenino en general es malo…
Contad si son tres folios, y está hecho.