12 hombres – 0 mujeres: Colombia se olvida de sus escritoras
Publicado originalmente por Playground el 6/11/17.
Estos son algunos datos de participación en grandes festivales de literatura recientes:
15 hombres y 2 mujeres.
6 hombres y ninguna mujer.
70 hombres y 9 mujeres.
El peso, inevitablemente, cae siempre del mismo lado. En el Festival Ñ, por poner un ejemplo cercano, los hombres cuadruplicaban a las mujeres: 100 escritores, 29 escritoras.
El problema, además, es que parece que polémicas como la que generó el congreso Capital de Columnismo, en cuyo cartel no había ninguna periodista ni escritora, si bien ayudan a visibilizar la lucha, todavía no consiguen corregir estos «olvidos» y «descuidos» constantes.
Porque como han denunciado Gloria Susana Esquivel, Yolanda Reyes, Carolina Sanín y otras tantas escritoras colombianas, la organización del Año Colombia-Francia 2017 —un programa de carácter binacional que tiene por objetivo el intercambio y entrecruzamiento entre culturas para potenciar y diversificar las relaciones entre ambos países— resulta que también ha prescindido de ellas.
En un evento programado en la Bibliothèque de l’Arsenal de París para el próximo 15 de noviembre, asistirán 12 autores colombianos. 12 a 0: no hay ni una sola escritora. No están ni Fanny Buitrago, ni María Castilla. Tampoco Andrea Cote o Adriana Echevarry. No han invitado a Carolina Vegas, Pilar Quintana, Claudia Rueda, ni a ninguna de las más de 50 escritoras colombianas que proponen desde la revista Arcadia para combatir esta injusticia.
«Lo insólito, lo que no encaja en esta foto fija, es que en Colombia las mujeres estamos escribiendo, que tomamos muy en serio el oficio, como lo prueban las escritoras de distintas generaciones publicadas por diversos sellos editoriales y en diversos géneros», apunta Yolanda Reyes en un artículo en el que denuncia que la literatura colombiana se cuente siempre en masculino, «estamos hablando del derecho (ojo: no es un favorcito) a que nuestra sobras sean leídas, conocidas y consideradas en igualdad por los comités curatoriales encargados de seleccionar las obras que se llevarán a las muestras, a las ferias del libro y a los encuentros culturales.»
No figurar en los escaparates internacionales, por supuesto, tiene consecuencias: no ser traducidas, no ser reeditas, no ser publicadas ni publicitadas. En fin, no ser leídas. Solo hace falta comprobar la lista de traducciones al francés que depende directamente de las partidas presupuestarias ligadas a este Año Colombia-Francia: 7 escritores, 2 escritoras.
Como denuncia Gloria Susana Esquivel, este invisibilización no tiene nada de casual: «sí, cada vez me convenzo más de que nos esconden, de que no quieren que nos encuentren, porque tal vez eso les sirve para mercadearnos como ‘raras’, o tal vez no quieren que nos leamos ni conversemos para no alimentar nuestras propias estéticas, o sencillamente no les interesa que se conozca una tradición literaria que durante décadas ha estado silenciada.»
Esta vez, por lo menos, uno de los invitados ha reaccionado. Juan Cárdenas ha anunciado en su página de Facebook que no participará en el evento de la Bibliothèque de l’Arsenal: «es evidente que, además de ningunear el trabajo de las colegas, aquí hubo una enorme carga de chambonería intelectual: solo alguien que ignora profundamente el pasado y el presente de la literatura colombiana puede haber elegido a esa mayoría apabullante de hombres».
Es solo un gesto, pero es un gesto importante. Porque como nos recordaba la también escritora Fernanda Trías, «es vergonzoso que los hombres ahí privilegiados se queden convenientemente callados, legitimado con su silencio esta barbaridad».
Porque a pesar de que se trate como un simple olvido, como una inercia sin importante, lo cierto es que es precisamente sobre estas discriminaciones supuestamente banales que se construyen las bases del machismo literario: invisibilización, atomización, marginación, incomunicación.
Este caso, sin embargo, es especialmente grave, ya que no se debe a una iniciativa privada, sino que depende de dos instituciones públicas: el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional. Literalmente, se puede decir que Colombia se ha olvidado de sus escritoras.